Madrid 12 de septiembre de 2009

Tres horas de conciertazo. Empezó diciendo "No sé cuándo volveremos a vernos, así que vamos a daros todo lo que tene

Un par de horas antes de la actuación dije a mis amigas que yo no iba a un concierto. Iba a la imposición de un sacramento. Se rieron de mí. Cinco horas después, cuando Cohen abandonaba el escenario mis dos amigas estaban transidas, casi extáticas. Atravesadas por una luz especial.
Todos sus discos, todas sus grabaciones nunca harán justicia a la voz y a la presencia de Leonard Cohen. Un dios de carne y hueso, con todas y cada una de las debilidades humanas. Como los dioses griegos.
" I´m just another snowman
standing in the rain and sleet
who loved you with his frozen love,
his second- hand physique
with all he is and all he was
a thousand kisses deep".
L. Cohen
3 comentarios:
"If I have been unkind
I hope that you can just let it go by
If I have been untrue
I hope you know it has never to you"
(Bird On The Wire)
(Si he sido poco amable
Espero que puedas dejarlo pasar
Si he sido desleal
Espero que sepas que nunca fue contigo)
Leonard Cohen vendió sin querer su alma al diablo (en el nombre de la saqueadora Kelley Lynch), su cuerpo a Dios (las venas hinchadas de sus manos lo delatan, por donde transita la sangre de un poeta) y la palabra a tantos y tantos de cientos de miles de admiradores, que le deben un pasado recorrido por momentos de una eterna adoración dramática y ensoñadora herencia a la música popular de estos 42 últimos años.
Con una voz eternamente perfecta, los primeros acordes de “Dance me to the end of love” dejan al público de rodillas, ante el poderío de una elegancia y la clase de una figura marcada por la mirada hacia el vacío de unos ojos que hacen enmudecer las retinas de los miles de seguidores que callan en frente. Distinguido, con camisa abrochada hasta el cuello, traje y sombrero negros, adorna su figura de distinción profunda al que acompaña un coro de tres mujeres que nos regalan la sutileza y la suave sofisticación de sus composiciones. “There ain’t no cure for love” se expande por las paredes como un vendaval. En “Everybody knows” parece que va a salir, vestida de colegiala, esa magnética bailarina de la magnífica película de Atom Egoyan, “Exotica”. Y así, construye sus canciones, para cada cual rememore sus recuerdos; su pasado y un presente de un artista a quien nada intimida.
Este visionario, que ha hecho de la poesía versos cantados, se permite el lujo, (a sus setenta y cuatro años), de hacer de su música un cúmulo de recuerdos que rezuman tanta clase como adoración. “In my secret life” retumba por las paredes. Leonard Cohen, aquel que habla de cómo echar de menos una pérdida y hacer de este dolor algo inagotable, nos regala unas canciones que, cantada una, la siguiente nos parece mejor. “Lover, lover, lover” ó como esas tres voces femeninas le hacen quitarse el sombrero ante tal muestra de caballerosidad.
El señor Cohen, que comienza muchas de sus canciones postrado de rodillas, no parece reflejar signos de cansancio tras el descanso, a poco más de una hora de concierto. Con una gira que le lleva airoso a la gloria y marcado a fuego por el arrebato del amor, es capaz de dar lo mejor de sí mismo.
Seguramente, Leonard Cohen tenga en su haber una colección de canciones que, por su calidad, se encuentren entre las mejores de la historia. Habría que dirigirse, de igual manera, hacia Tom Waits, Bob Dylan ó David Bowie, entre otros pocos. Y si se hace acompañar de una banda de la naturaleza que tiene tras de sí, las cosas se hacen mucho más fáciles (a la vez que inolvidables). Sharon Robinson, que ha escoltado al maestro en muchas de sus ilustres canciones, exhibió una voz portentosa, al igual que sus dos acompañantes, las hermanas Webb. Y ¡qué decir del barcelonés Xavier Mas! Con su bandurria, laúd y guitarra hizo que sus cuerdas vibraran como si Leonard Cohen las hubiese bendecido. El resto del equipo se mantuvo igual de perfecto. Ningún pero, ningún rasguño que hiciera palidecer la noche. Sólo una luna ficticia alumbraba a todos y cada uno de los asistentes.
Habíamos escuchado, no hacía mucho, el “Hallelujah” cantado por Rufus Wainwright en directo. Y la firma de forma impecable. Escuchada por su mentor suena a guiño mágico.
Luego vendrían, entre otras, ese homenaje en inglés al poema de su admirado Federico García Lorca, “Pequeño vals vienés”, en “Take this Waltz”. Para hacer vibrar, una vez más (y ya eran un millón de veces) a su público con la mítica hasta la saciedad, “First we take Manhattan”. Público en pie y muchos de las filas traseras se venían a las primeras para aclamar a aquel que ha hecho de lo vivido algo memorable. El recinto se venía abajo y eso que sus cimientos son nuevos. Con “Closing time” parece despedirse, no sabemos si para siempre. Si, es para siempre. Como su música, eterna. Como su porte, elegante. Quitándose el sombrero para su público; para presentar a sus artistas y agradecerles el espectáculo. Es el porte imperecedero de todo un caballero.
18 DE SEPTIEMBRE DE 2009
Más de 3.000 personas, que acudieron este viernes por la noche al Velódromo Lluís Puig de Valencia para disfrutar de un espectáculo de música y poesía casi mística oficiada por Leonard Cohen, asistieron impertérritos -nada más sonar las primeras estrofas de Bird on the Wire- al desvahío que hizo que tuviera el escritor y cantante canadiense tuviera que retirarse del escenario antes de que pudiera desmayarse y caerse.
El mareo de Cohen fue provocado por un corte de digestión, que derivó en malestar y vómitos por lo que la organización decidió -una hora después del incidente- cancelar oficialmente el concierto de Valencia, que es el penúltimo de la gira. Fuentes del entorno del cantante aseguran que no ha sido un episodio grave, ya que incluso él mismo "quería volver a salir" al escenario.
Cohen, a punto de cumplir los 75 años, actuaba por primera vez en Valencia y parecía estar dispuesto a dar lo mejor de su repertorio en el penúltimo concierto de una gira por España que le ha llevado a Zaragoza, León, Madrid y Bilbao para cerrar el lunes próximo en el mítico Palau de Sant Jordi de Barcelona.
Publicar un comentario