
Pregunta con poso intelectual:
De todos los cubiertos: distintos tipos de tenedor, de cuchara, cuchillo, etc., ¿Cuál os gusta más? y por qué. Es decir, razonad la respuesta.
El otro día pensé que, quizá, no era el pensamiento o la razón, ni la palabra, ni los sentimientos como piensan algunos, ni la perfectibilidad del hombre como pienso yo (bueno vale, y un tal Rousseau) lo que diferencia al ser humano de los animales sino el empleo de esa maravillosa extravagancia que hemos llamado cubiertos y nos libra de tener que hundir el boquino en el plato como los pollos o llevarnos las porras o garfios entre los dientes como hacía ese añorado tunante, Copito de Nieve.
¡A pensar!
6 comentarios:
Antes de nada, ¿estáis todos seguros de que el señor del post anterior no es la abuela de Don Pimpón?
Desde un punto de vista totalmente práctico, sin alardes estéticos y aprovechando el etc. de la lista de posibles cubiertos a elegir, yo me decanto por uno wikipédico que nunca he tenido (se admiten regalos a quien lo encuentre) llamado "spork" que es una forma híbrida de cubierto ya que, sobre la base de una cuchara, se agregan los dientes de un tenedor.
El vocablo spork proviene de spoon (cuchara) y fork (tenedor), por lo que una traducción correcta al español sería "cuchador", combinación de "cuchara" y "tenedor".
Yendo un poco más allá, también existe una variación del cuchador que es el splade, que además de la forma de la cuchara, y los dientes del tenedor, tiene un borde algo agudo o una lámina afilada (inglés blade) en uno o ambos lados.
Definitivamente, si tengo que elegir sólo uno, me quedo con el splade.
Para mí sin duda es una cuchara-coladora, de la colección "faces", diseñada por el nunca suficientemente admirado Adriá.Está especialmente recomendada para tomar cereales.
Luis, me encanta la propuesta de los cubiertos.
De entre todos yo escogería la cucharilla de café porque:
(i) es la más delicada, y como todo lo delicado lo más prescindible ...
(ii) su carácter marcadamente accesorio, ingenuo y casi infantil me transmite una sensación de desvalimiento que me encantaría corregir (vamos que me produce la misma sensación que a un hombre una mujer con imagen cuasi-infantil e ingenua). Ah! debe advertirse que, a veces, la provocamos como medio para llamar vuestra atención, no somos ni tan ingenuas, bueno eso creo, y, por supuesto, nada infantiles.
(iii) representa la parte más dulce. Tanto es así, que yo siempre la uso, además de para edulcorar en exceso el café (aquí Amado me sigue), para paladear más intensamente los dulces que realmente me gustan, porque me permite saborearlos muy poco a poco.
En fin, que tras la oda a la cucharilla del café, técnicamente denominada de moka, sugiero a Jesús y/o a Amado que nos alucinen con una serie fotográfica de este pequeño cubierto que representa la esencia y la delicadeza del placer a pequeños sorbos.
Ana
Maravilloso comentario Ana.
A mí me gusta mucho la cuchara, pero en general, cualquiera de ellas. Quizá porque represente perfectamente el vínculo maternal. Quiero decir que es el primer cubierto que prueban nuestros labios en toda nuestra vida cuando la madre nos da la papilla y puede que el último cuando volvamos a comer papilla. No en vano la cuchara tiene forma barrigona como una embarazada. Ambas transmiten vida. Nos son fieles durante toda nuestra existencia. Además por razones estrictamente funcionales la cuchara puede cumplir mejor o peor las funciones del cuchillo y del tenedor, cortar o trocear y transportar. Es decir, vale para todo. Es como una madre portátil. Puede que esto convierta a la cuchara en el más polivalente de los cubiertos de mesa.
Por otro lado, en cuanto a los “instrumentos especializados” el que más disfruto es un buen cuchillo para pan, grande y dentado. Está claro que es por su unión al alimento más milagroso que ha creado el ser humano. El pan es el único alimento que una vez elaborado no se parece en nada a la materia prima que lo compone: harina, levadura y agua. En nada se parece al grano del que se obtiene, suelto, duro, terroso e insípido. Para mi el pan es toda una fuente de inspiración y de deleite. Pensad en el placer que supone para el oído ese sinfónico crujir cuando el cuchillo corta esa corteza que ofrece mil y un matices de tonos dorados a los ojos. Y por supuesto, no hay que olvidar su carácter simbólico- religioso. Digamos mejor místico para agradar a todos. El cuchillo puede dividirlo en tantos pedazos como deseemos manteniéndose en cada uno de ellos toda la esencia y cualidades del conjunto.
Por estas razones, pues, me quedo con la cuchara por razones emocionales y con el cuchillo por razones espirituales.
Saliendo de la visión funcional insuperable del spork, he de confesar que me gusta también el tenedor, sobre todo el de cuatro puntas que lo prefiero al tridente. El tenedor siempre está presente en la escena de la mesa y es el que más veces -mucho más que la cuchara- viaja a la boca, trasladando la comida ya sea recogiéndola cuidadosamente en un pequeño montoncito que siempre requiere desarrollar ciertas dotes de pulso firme y equilibrismo, o pinchándola después de la ejecución cortante y cómplice del cuchillo. Otra de las virtudes del tenedor y de su carácter "polifuncional" es poder descubrir la huella de su actuación, muchas veces ignorada por descuido, en el proceso de preparación de muchos platos y así podemos descubrir la marca de sus cuatro puntos alineados en la masa de una empanada o la marca repetida y lineal en el borde aplastado de una empanadilla, por aquello de poner 2 ejemplos de la misma familia. La imagen de mi madre preparando una tortilla y batiendo el huevo con un tenedor, golpeándolo rítmicamente contra el plato ligeramente inclinado, es un ejemplo más que me viene ahora a la memoria.
Puntilloso y coronado, como un rey independiente, el tenedor se me antoja como el dominador del proscenio en cualquier banquete. Por otra parte, es el único cubierto capaz de pasar de una mano a otra dependiendo de si hay que hacer uso o no del cuchillo, lo que le vuelve a dar otro argumento más de su sigificada versatilidad.
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