domingo, 13 de diciembre de 2009

El Fauno Danzante

Un paseo a la deriva en París, me llevó hasta los Jardines de Luxemburgo. Busco deriva en el diccionario: abatimiento de la nave de su verdadero rumbo por efecto del viento, del mar, o de la corriente. Era un lunes de diciembre, y paseaba a merced de la luz, que esa mañana era muy tenue. El suelo estaba lleno de hojas, y encontré un gusto infantil en pisarlas. Al principio las aplastaba, luego las esparcía con la punta del pie, y las lanzaba hacia arriba. Entre patada y patada, iba comprendiendo la emoción del fútbol, tan ajena a mi hasta ese momento. Y así, poco a poco, mi pierna iba ganando confianza y autonomía, mientras buscaba con avidez montones más altos, con más y más hojas, para levantarlas al aire con un golpe cada vez más violento. En uno de esos lances, mi impulsivo pie dio con un bordillo que estaba oculto. Me hice daño y me senté en un banco. Cuando alcé la vista, vi frente a mi un fauno de bronce bailando y tocando una siringa. La deriva no ha sido tal deriva, pensé, mi rumbo se ha desviado por efecto del fauno. Estuve un rato mirando esa escultura, contemplaba el brazo que sostenía la flauta, o el único pie que apoya en el suelo, también su rostro de expresión grave, o su cuerpo levemente curvado. Me preguntaba qué notas saldrían de aquella flauta. El fauno siempre toca una música alegre y delicada para atraer a las ninfas. Estaba yo en estos pensamientos, cuando veo que un grupo de niñas adolescentes rodea la escultura, y levantan la mirada hacia el danzante con una expresión entre la sorpresa y la admiración. Aquí están las ninfas, pensé. Una de las ninfas, con mochila rosa, pasa de largo sin mirar al fauno. Es Siringe, que no sabe aún, que ella misma es la flauta. El grupo se va poco a poco. Pero otra se ha demorado en la contemplación del fauno. Es Pitis. Tiene una trenza y un abrigo azul, pero es Pitis y ha escuchado la flauta. La ninfa se une al grupo de ninfas. Me vuelvo a quedar sola frente al fauno. Y me asalta una terrible duda: entonces ¿quien soy yo?¿y que hago aquí? porque está claro que yo no soy una ninfa. Me entra una desazón, porque no soy capaz de encontrar respuestas. Pero al cabo de unos minutos, ya sé quien soy. Soy parte del cortejo del fauno, que a su vez es parte del cortejo de Jupiter. Me levanto del banco, ya más tranquila, con mi identidad restaurada. Sigo andando y un viento ligero levanta las hojas, que se mueven en circulos. Ya no necesitan mi pie para elevarse. Ahora sé que son, como yo, parte del cortejo del fauno. Me siguen las hojas en su enloquecido vuelo, o las sigo yo, hasta que van a caer todas a la fuente de María de Medicis. El musgo se ha apoderado de la piedra y el agua del estanque está oscurecida. Allí, al mismísimo centro del estanque ha ido a parar todo el cortejo, que ahora se desliza suavemente por la superficie del agua. En los laterales de la fuente, hay gente leyendo el períódico. Los lectores no se enteran de nada, siguen leyendo. Tengo la sensación de que el universo se ha ordenado. Todo ha encontrado su lugar. Aunque yo quizás tenga que asumir que no soy mas que una de las cabras del cortejo de un dios pastoril. Pienso entonces que el universo estará en orden, pero yo, no. Me dirijo a la salida. Atravieso la verja del jardin. Y allí está otra vez París, con ruidos, gente, tráfico. Apresuro mi paso hacia el metro, y casi me pilla un coche. Tengo que llegar pronto a la Rue Rivoli, porque no puedo dejar de ser lo que siempre fui: El Hada de Anatole France.



3 comentarios:

Luis dijo...

Una mujer en una esquina del otoño envanecido, removiendo hojas como borrando no sé qué huellas. Extravagante, sola, numinosa, anhelante. Desbaratando el paraíso para el que fue creada. El otoño siempre es de otros, pensó, mientras se llenaba los bolsillos de ocre.

Andrés dijo...

"En la mitología romana, Fauno es el equivalente al griego Pan. Es el padre de Bona Dea ("La buena diosa", o Fauna) y Latino. Fauno era también llamado Lupercus ("el que protege del lobo") por proteger el ganado, nombre realmente procedente de otra divinidad itálica, con lo que al final los dos nombres acabaron fundiéndose en Fauno Luperco.
Fauno era un rey latino, hijo de Picus y Canens. Tras su muerte fue reverenciado como el dios Fatuo, adorado en un bosque sagrado en las afueras de la actual Tívoli. Se le asocia con las pieles de lobo, las coronas y los cálices.
Su festival, celebrado en el aniversario de la fundación de su templo (15 de febrero) era la Lupercalia. Sus sacerdotes Luperci llevaban pieles de cabra y golpeaban a los espectadores con cinturones de piel de cabra. La Faunalia era otro festival en honor de Fauno, que tenía lugar el 5 de diciembre".

Ahí lo tienes, seguro que fue el 5 de diciembre... Y ahora entiendo el por qué de tanto encantamiento, todo va a ser fruto de un intenso arrebato de "Faunalismo". Aporvecho para agradecerte por compartir en antabay tan arrebatadora experiencia. Y que no decaiga.

Anónimo dijo...

Que coincidencia!, gracias !