domingo, 30 de mayo de 2010

See you on the road, Mr. Hopper

Se nos fue uno de los grandes, sin duda.
Dennis Hopper, actor gigante de naturaleza rebelde que renació de sus cenizas tras años de excesos y de ascender a los cielos de Hollywood con su obra magna, Easy rider, falleció ayer en Los Ángeles víctima de un cáncer de próstata cuya existencia se conoció en octubre. Hace apenas dos semanas cumplía 74 años.
"El impacto de Easy rider, sobre los cineastas y sobre la industria fue sísmico", escribió el periodista Peter Biskind en 1998 en su libro Moteros tranquilos toros salvajes. La generación que cambió Hollywood (publicado en España por Anagrama). El triunvirato protagonista, que también incluía a Peter Fonda, renegaba de Hollywood. "Para ellos aquella película fue la demostración de que podías batir a la industria en su propio terreno, podías drogarte, expresarte y además, ganar dinero", escribió Biskind.

Sin embargo, Hopper, que se había criado en una granja en Kansas y que se apasionó por la interpretación en el colegio después de mudarse con su familia a San Diego, no fue capaz de mantener el equilibrio entre las drogas y su vida profesional. Sus primeros pasos como actor los había dado junto a James Dean en Gigante y Rebelde sin causa a mediados de los cincuenta. "Me consideraba el mejor actor del mundo hasta que vi actuar a Dean", dijo de él años después de su muerte, algo que calificó como "una de las tragedias de mi vida".

Pero sin duda Hopper vivió muchas más. Sus métodos de interpretación, basados entre otras cosas en lo que aprendió de Dean, le causaron problemas con muchos directores en Hollywood. Por eso a finales de los cincuenta decidió mudarse de Los Ángeles a Nueva York, donde se puso a estudiar con Lee Strasberg y donde comenzó a trabajar como fotógrafo. Ese era otro de sus talentos. Entre 1961 y 1967 fotografió a muchos de los que comenzaban a brillar como estrellas, de Paul Newman a Tina Turner (recientemente publicó un libro con aquellas fotos). También entonces arrancó su pasión por el arte contemporáneo, lo que le llevó a convertirse en uno de los coleccionistas más envidiados y admirados, puesto que además, se convertiría en amigo íntimo de gente como Andy Warhol o Claes Oldenburg.

Fue tras dirigir Easy rider cuando su vida dio un vuelco. A las drogas que él y su generación reivindicaban se unió la megalomanía, y pronto la química comenzaría a jugarle malas pasadas. Pese a convertirse en el director más célebre de Hollywood, su siguiente película, The last movie, estrenada en 1971, fue un fracaso absoluto y tardó más de 15 años en poder volver a dirigir: el filme Colors, en 1988.

Participó en múltiples películas de bajo presupuesto para poder mantener su ultratóxico tren de vida pero solo renació profesionalmente, y de forma momentánea, tras su paso por El amigo americano, de Win Wenders, y, sobre todo, Apocalypse now, de Francis Ford Coppola. Durante la década de los setenta se había acelerado su descenso a los infiernos, llegando a necesitar 30 cervezas diarias y tres gramos de cocaína solo para funcionar. Su cerebro explotó mientras viajaba ciego de peyote por una selva mexicana, en la que fue encontrado corriendo desnudo y donde intentó subirse a un avión en marcha. Fue ese el episodio que le hizo replantearse la vida: en 1983 entró en una clínica de desintoxicación.

Llevaba sobrio desde entonces, aunque en la ficción los directores siguieran buscándole papeles de hombres al límite, como el de padre alcohólico que interpretó en el filme Hoosiers, en 1986, por el que recibió una candidatura al Oscar o el imborrable psicópata de Terciopelo azul, de David Lynch. Todos los bordaba.

En la vida privada, en cambio, su difícil carácter le causó problemas, aunque siempre mantuvo amigos fieles. Sus mujeres en cambio, no le aguantaron. Se casó cinco veces, tuvo cuatro hijos y pese a su enfermedad, aún estaba enfrascado en un agrio y doloroso divorcio de su última esposa, Victoria Duffy. Como en la mayoría de sus películas, en la vida de Dennis Hopper tampoco hubo final feliz.

1 comentario:

Diego A. Manrique dijo...

Aliándose con otra bala perdida, Peter Fonda, firmó como director de la película esencial de la contracultura estadounidense, Easy rider (1969), aquí Buscando mi destino. Su enorme éxito certificó la defunción del viejo Hollywood, obligando a los estudios a la sumisión hacia un público juvenil. Millones de espectadores se identificaron con la odisea de aquellos motoristas, que se lanzaban a "buscar América" y encontraban la muerte. La dramatización del conflicto social entre los pelilargos y los estadounidenses conformistas no fue del gusto de alguna de las luminarias de la década de los sesenta: Bob Dylan insistió para que el final ofreciera esperanza y no confrontación.

Easy rider tenía, aparte de la audaz fotografía de Laszlo Kovacs, una banda sonora auténtica: música del momento, en vez de los esfuerzos de algún compositor profesional para acercarse a los ritmos cool. Fue la película que sacó de la oscuridad a Jack Nicholson pero también la que reveló que Hopper tenía una veta de maldad: racaneó todo lo que pudo al escritor Terry Southern, coautor del guión, que murió arruinado.

El subtexto de Buscando mi destino parecía establecer diferencias morales entre las drogas, criterios entonces vigentes en el mundo hippy californiano. Nada que oponer a la marihuana o el LSD pero ojo con la cocaína: los protagonistas financiaban su viaje con una partida de coca, adquirida por -ay, ay- el productor Phil Spector. La broma de Satán consistió en que Dennis Hopper se aficionó al polvo blanco, una substancia que sacaba lo peor de su personalidad cuando se combinaba con el alcohol. Lo pudo comprobar la más bella del baile: su matrimonio con Michelle Phillips, ex The Mamas & The Papas, duró una semana.

No solo se transformó en un monstruo: también perdió su pulso cinematográfico. The last movie (1971) padeció un montaje interminable. Los muchos enemigos que tenía Hopper celebraron que aquello parecía ser definitivamente su última película. Catapultado al espacio exterior, entró en la dinámica de los trabajos alimenticios, reducido a una caricatura.

Sin embargo, a la larga demostró estar hecho de pasta dura. Resucitó en una película tan tormentosa como las suyas, Apocalypse now (1979) y acompañaría a su director, Coppola, al limbo de las producciones modestas, con Rumble fish (1983). Pero también demostró que tenía voluntad expresiva al hacerse con la silla de realizador en Caído del cielo (1980), película canadiense que recogía los ecos del nihilismo punk. Nuevamente, Dennis conectaba con las corrientes profundas de la estética rock: el título original, Out of the blue, derivaba de una canción de Neil Young que reconocía el impacto del punk rock (para consternación de Neil, su letra reaparecería en la nota de despedida de Kurt Cobain).

Dennis Hopper supo manejar con dignidad el estereotipo de drogota rehabilitado. Además, nadie se tomaba a broma a alguien que encarnaba tan convincentemente al sádico malvado de Terciopelo azul (1986). A partir de ese momento, fue tan intocable como las superestrellas del rock de los sesenta: un superviviente afilado, con intereses artísticos pero nunca destinado a ganar concursos de popularidad.