sábado, 12 de junio de 2010

Malentendidos (III)

Cuando se produce una comunicación, el que recibe el mensaje lo descifra y, aunque pueda haber captado y escuchado todas y cada una de las palabras, siempre las procesa y se adaptan -de forma inconsciente- a lo que realmente se quiere entender.
Porque no entendemos de una forma tan lógica como podríamos pensar o tratar de parecer.
Por ejemplo, si vamos al médico, nos puede informar sobre nuestra enfermedad de dos maneras: 1. El 80% de las personas se curan. 2. El 20% mueren. ¿Cuál de las dos elegiríamos? En general, los humanos preferimos la primera aunque ambas contengan exactamente el mismo mensaje.

Sacado de un artículo de Jenny Moix en EPS:
Hay un tipo de experimento en el que se presenta, a dos grupos de personas, una descripción de un supuesto individuo con los mismos adjetivos, pero con el orden cambiado. Una es: “Pedro es inteligente, habilidoso, impulsivo, criticón, empecinado y envidioso”. La segunda: “Pedro es envidioso, empecinado, criticón, impulsivo, habilidoso e inteligente”. ¿A quién caerá mejor Pedro?, ¿a los que han leído la primera o la segunda? Normalmente, los sujetos que leen la primera descripción puntúan mejor a Pedro. Cuando leemos o escuchamos información, no lo hacemos de forma pasiva; nuestro cerebro, de manera automática, va anticipando lo que vendrá a continuación. Si el primer adjetivo es positivo, prevemos inconscientemente que lo siguiente también lo será, y si no lo es, lo matizamos automáticamente para que se acerque lo más posible a nuestra primera impresión.

Si no lo hemos hecho nunca, es interesante reflexionar un rato sobre la palabra pero.

Supongamos que tenemos un jefe y nos dice: “Me gusta mucho tu trabajo, pero eres impuntual con las entregas”. O bien: “Eres impuntual con las entregas, pero me gusta mucho tu trabajo”. ¿Qué nos gustaría más? Sin duda, el segundo comentario. Nos está diciendo exactamente lo mismo, pero cuando hay un pero, el énfasis siempre lo ponemos en la parte final.

Así que vayamos con mucho cuidado con los peros. Si alguien nos explica un problema y al acabar le decimos: “Te entiendo, pero…”, ¿se sentirá comprendido? Pues no mucho. Quizá podríamos cambiar el pero por un y, por ejemplo: “Te entiendo y, además, pienso…”. O simplemente cambiar el orden, darle nuestra opinión, y al final, “pero te entiendo”. Pequeños matices de grandes resultados.

No siempre es como parece, aunque pudiera resultar casi evidente todo lo contrario.

¿Todavía hay dudas?
Aquí dejo unos vídeos...


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