To "antabay" in Pangasinan means to "guide" and by doing so "nurtures and supports" to other. And one cannot guide unless one walks with the other, feels for the others.
Otra lectura. "La casa del Olivo", de Carlos Castilla del Pino. Un retrato valiente y riguroso de la España de los 40 a los 80 (mejor, de la Córdoba de esos años), escrito por uno de los mejores (y más rojos) psiquiatras de España. Además, está magnificamente escrito. Para mi, imprescindible. Su antecedente inmediato es "Preterito Perfecto", que todavía no he podido leer. Otro libro que estoy leyendo y que me está gustando. "La vida en el capitalismo de ficción", de Vicente Verdú. Un análisis serio, riguroso y original de los tiempos en que nos ha tocado vivir.
Franco, Caudillo de España. La más completa y la mejor biografía de Franco. De Paul Preston, uno de los mejores hispanitos que uno se pueda encontrar. Estoy disfrutándolo enormemente.Sólo lamento una cosa, no haberlo leido mucho antes y poderlo comentar con un familiar que ahora ya no está aquí.....A él le había gustado muchísimo. Yo ahora siempre repito lo que dijo Sanjurjo sobre Franco cuando no quiso participar en el golpe fallido del 32(conocido como Sanjurjada): "Franquito es un cuquito que va a lo suyito"
LOS GIRASOLES CIEGOS de Alberto Méndez Editorial Anagrama (2004)
Lo recomendó Jesús en una tertulia, lo compré en la Feria del Libro y lo acabé leyendo este verano.Creo que ya lo habeis leído todos, pero merece la pena volver a destacarlo para cualquier ciber-naúfrago que recale por aquí.
Otra vez sobre la Guerra Civil pero algo más, y creo que diferente. Son 4 relatos de vencidos victoriosos (como indica Herme G.Donis)- cuatro derrotas, dice el autor- que transcurren en el período quizá más duro de la posguerra, que va desde 1936 a 1942, y que siendo totalmente independientes están entrelazados entre sí. Los personajes son seres vencidos en un camino sin retorno recorriendo una senda de dolorosa entrega e ignorantes de en qué momento su ya maltrecha existencia dará de bruces contra el polvo.
La historia del autor resulta tan o más sorprendente que la historia de este libro.
Alberto Méndez, tenía 63 años cuando ve publicada esta primera obra y muere once meses después sin apenas saborear el éxito que tras su muerte tendría el libro. Durante los meses posteriores a su publicación, y a pesar de las buenas críticas que la novela recibe, las ventas de ésta se hacen casi de una forma clandestina. Algunos comentaristas de radio dan la voz de alerta sobre las cualidades de Los girasoles ciegos. Recomiendan su lectura con pasión y, a partir de ahí, el boca a boca termina por convertirlo en un libro de referencia obligada. Como consecuencia, las ventas comienzan a dispararse (baste decir que a fecha de hoy la editorial ya ha lanzado al mercado ocho ediciones (unos 28.000 ejemplares, según el editor) y el libro consigue primeramente, y en vida de su autor, el Premio Setenil de relatos y posteriormente (ya fallecido Alberto Méndez) los importantes Premios de la Crítica y Nacional de Narrativa. Pendiente quedó el Premio del Gremio de Libreros de Madrid, ya que éste sólo se concede a autores vivos. Pero lo más importante de todo es que Méndez ha contado con un favor que es el mejor de los premios para cualquier creador: la entrega incondicional de los lectores. Casi dos años después de su publicación, el libro aún se sigue recomendando en público y en privado y pocos dudan en saludarlo como una de las obras más importantes publicadas en los últimos tiempos. --------- Alberto Méndez Borra nació en Roma en 1941. Su padre, el poeta y traductor, José Méndez Herrera, trabajaba en aquel momento en la ciudad italiana para la FAO. Muchos lectores puede que recuerden a este último sobre todo como traductor habitual de la editorial Aguilar, para la que tradujo muchas obras de autores tan importantes como Irving, Stevenson, Eliot, Dikens, Chesterton, Bernard Shaw, Tennessee Williams, etc, llegando a conseguir en 1962 el Premio Nacional de Traducción por su versiones de las obras teatrales de Shakespeare. Alberto Méndez, hombre de izquierdas, (milita en el Partido Comunista hasta 1982) estuvo siempre vinculado, de una u otra manera, al mundo de la edición. En su lucha contra el franquismo crea, entre otras, la editorial política “Ciencia Nueva”que clausura Manuel Fraga Iribarne en su época de ministro de la dictadura franquista. Asimismo, llega a ser un alto ejecutivo de la editorial Montena y se dedica a labores de guionista (colaboró en programas dramáticos de RTVE y fue guionista con Pilar Miró) y traductor a veces en solitario y otras en compañía de su hermano Juan Antonio, como ocurre con el libro del marxista italiano Galvano della Volpe Lo verosímil fílmico y otros ensayos, del que el propio Méndez es prologuista.
Grandísima obra. Recuerdo que, tras la recomendación de Jesús -tan acertada como siempre- la busqué insistentemente y la acabé comprando en El Corte Inglés de Santa Cruz de Tenerife! Me produjo un profundo desasosiego, porque aunque Méndez no lo dice, es obvio que son historias reales -y si no lo son, las hubo muy similares con toda seguridad-. Todas ellas -sobre todo la que acaba en suicidio- son muestra de la profunda injusticia que presidió una época todavía demasiado cercana. Para mi, una obra maestra.
El hombre que se enamoró de la luna, es uno de los libros que más me han hecho sufrir de los que he leído. Creo que es indispensable. ENORME. os pego noticias y entrevista con Spanbauer, y su último libro.
Amado.
REPORTAJE: LA ESCUELA DEL RIESGO Tartas perfectas y escritura peligrosa RODRIGO FRESÁN 05/05/2007
Vota Resultado 16 votos El Método Spanbauer de escritura consiste en poner el dedo en la llaga. En hurgar en el propio dolor y extraer las emociones. Ése y otros recursos con los que implica al lector en un viaje narrativo lleno de baches, apariciones, incógnitas y esfuerzos que funden realidad e imaginación, liberándolos. Es un método que sólo le sirve a él, un autor irrepetible.
Como Paul Bowles, Richard Brautigan, William Burroughs, Donald Barthelme, James Purdy (al que tan sólo en pocas ocasiones recuerda un poco) o Kurt Vonnegut, Tom Spanbauer es una de esas contadas, felices e inspiradas anomalías dentro del paisaje de las letras norteamericanas. No puede decirse que Spanbauer encaje dentro de los parámetros de la literatura gay contemporánea más lírica o costumbrista o de aquella que se dedica a repasar con frialdad de documental caliente los estragos causados por la plaga del sida. Spanbauer (Pocatello, Idaho, 1946) es uno de esos escritores que parecen empezar y terminar en sí mismos y que no dejarán escuela no porque no se los admire sino porque se les sabe únicos y, por lo tanto, toda intención de emularlo degradaría en involuntaria parodia.
La noticia en otros webs webs en español en otros idiomas Blogs que enlazan aquí Esto no le ha impedido a Spanbauer comandar desde hace años, en Oregón, uno de los talleres literarios más prestigiosos del que han salido firmas como Chuck Palahniuk. Es allí donde Spanbauer predica -a partir de lo que aprendió de ese otro raro llamado Gordon Lish, descubridor y formador de Raymond Carver- el evangelio de lo que ha definido como dangerous writing (escritura peligrosa). El revelar, más o menos minimalísticamente, con la más confesional de las primeras personas, aquello que más te asuste o te avergüence o te arrepientas de haber hecho o pensado hacer o, simplemente, haber pensado. Hallar así lo que él ha bautizado como "el sitio que duele". Esto que para muchos sonará a maniobra ingenua o truco inofensivo consigue -según Spanbauer, sólo cuando se llega al fondo de todas las cosas- "verdaderos desprendimientos del yo". Y el ejemplo perfecto de ellos es, para Spanbauer, el relato The Harvest de Amy Hempel, también discípula de Lish, desgraciadamente muy poco conocida para el lector en castellano (Tusquets publicó tan sólo uno de sus libros, Razones para vivir, en 1989).
Es Palahniuk -en un ensayo sobre Hempel que escribió para The L. A. Weekly- quien enumera y recorre los diferentes stages del Método Spanbauer. El primero se llama Caballos y tiene que ver con la utilización de motivos recurrentes a lo largo de un viaje narrado. No renunciar a los caballos que se cabalgan, pero sí transformarlos en otra cosa sin perder el aria del galope original. Algo así. El segundo paso es Quemarte la lengua y consiste en decir algo de manera incorrecta, retorcerlo, despreciando los clichés para que el lector avance más lento y se vea obligado a leer cuidadosamente. Lo siguiente es ser consciente del Ángel que registra: escribir sin emitir juicios y dejar que sea el lector quien saque sus propias conclusiones a partir de los elementos dispares y distorsionados que le entrega el autor. El último mandamiento tiene que ver con Escribir sobre el cuerpo y que el blah-blah-blah de lo que puede llegar a decir un personaje sea reemplazado por sensaciones físicas: olores, sabores, roces y dolores. ¿Se encuentra todo esto -se hace práctica la teoría- en Lugares remotos (1988), El hombre que se enamoró de la luna, La ciudad de los cazadores tímidos y en Ahora es el momento. Seguramente sí. Pero también es cierto que obedecer al detalle las instrucciones de un escritor impar no tiene por qué producir resultados asombrosos. Lo de antes: no hay receta que garantice la maestría de Spanbauer en otros. Porque Spanbauer es, también y sobre todo, la experiencia vivida y aprendida.
"La ficción es aquella men tira que suena más verdadera que la realidad", concluye Spanbauer. Y -en su propio site- lo explica así: "Cuando alguien le preguntaba a mi madre cómo conseguía esa corteza tan dorada y perfecta a la hora de hornear sus tartas, ella, como toda respuesta y sin decir ni una palabra, se limitaba a frotar sus dedos contra el pulgar. Así enseño yo. Todo pasa por cierta sensación indescriptible. No es que yo sepa algo que el estudiante ignora. Cada estudiante de literatura es, también, un estudiante de la vida. Yo también soy un estudiante. Los buenos escritores son los que saben reconocer esto último. Mi tarea es generar un ambiente seguro. Es terrorífico sacar algo afuera y leerlo en público. Y tengo que saber oír al corazón roto, la rabia, lo bochornoso y saber actuar acorde, respetando el modo en que cada uno de los estudiantes se relacionan con ello. Y permitirles que se equivoquen. En el error hay un tesoro. Y si se toca la nota incorrecta las suficientes veces, esa disonancia puede convertirse en la voz de los ángeles. Y una vez que ese estudiante está curtido y listo, recién entonces saco mis uñas y juego a ser el abogado del diablo, el policía malo, el tonto irrelevante... Yo aspiro a la excelencia. Y sólo se accede a ella una vez que has perdido el miedo a ser quien eres".
Así -de eso tratan todos sus libros- para Spanbauer la ficción es transformarse primero para después, desde el centro del sitio que duele, asumir como propia, junto al lector, la verdad de aquel dicho: lo que no te mata te fortalece. Y además -seguro, porque entonces es el momento- te hace escribir mejor.
ENTREVISTA: LA ESCUELA DEL RIESGO Tom Spanbauer "Encuentro la verdad mintiendo sobre ella" ANDREA AGUILAR 05/05/2007
Vota Resultado 18 votos "Si tuviéramos que enfrentarnos todo el tiempo al dolor que llevamos dentro no podríamos levantarnos de la cama", afirma el escritor estadounidense, que publica Ahora es el momento. Alumno de Stephen Spender y maestro de Chuck Palahniuk , el autor del clásico El hombre que se enamoró de la luna habla de los efectos que su descarnada escritura ha tenido sobre su vida.
Se crió en un rancho, en el seno de una estricta familia católica, en Pocatello, en las llanuras de Idaho, donde la mayoría no profesaba esta fe. Antes de convertirse en un novelista de culto; antes de escribir sobre el mundo gay y la bisexualidad o sobre los estragos del sida en Nueva York; antes de formar en su taller de Oregón a escritores como Chuck Palahniuk, Tom Spanbauer (1946) fue un buen hijo de granjeros. Hasta que dejó de serlo. Pero algún eco de aquello aún resuena al otro lado del teléfono. Extremadamente educado y obediente a la hora de responder, en Ahora es el momento (Mondadori), su cuarta novela, ha regresado a la infancia y adolescencia y se ha redefinido. Éste soy y éste fui.
La noticia en otros webs webs en español en otros idiomas "Me di cuenta de que había vivido tan reprimido, con tanto miedo... A mitad del libro sufrí una crisis nerviosa" PREGUNTA. La pregunta de cómo podemos llevar tanto dolor dentro sin saberlo es recurrente en esta novela.
RESPUESTA. Es que si tuviésemos que enfrentarnos todo el tiempo al dolor que cada uno llevamos no podríamos levantarnos de la cama. Para poder seguir adelante optamos por la negación y por dejarlo a un lado.
P. ¿De esto se alimenta su escritura?
R. Una de las principales propuestas de la escritura del riesgo es volver a estos lugares de dolor, volver a la pena y empezar a escuchar el secreto.
P. ¿Una terapia?
R. Hay un principio terapéutico en revivir el pasado. Cuando empiezas a investigar el dolor, a hurgar en la herida, comienzas a ver las cosas de otra manera. Ésta es la base de mi escritura. Cada persona encierra mucho arte.
P. ¿En un espacio aislado que se vuelve público?
R. Yo voy a un lugar muy humano, en el que todos estamos solos, sin respuestas. Sólo tenemos la certeza de la muerte. Pero este espacio no excluye a los otros, sino que los incluye.
P. ¿Es esto lo que vincula todas las expresiones artísticas?
R. Aprecio otras formas de expresión, otras formas de literatura, de cine, de pintura... La humanidad en Goya o en Bacon. Reacciono frente a ello.
P. La ficción parece que funciona como un disfraz. ¿Ha pensado en usar otro género?
R. La ficción hace la verdad más verdadera. Si voy a la no ficción me enredo en los detalles, mientras que con la ficción siento que tengo licencia para mentir. Encuentro la verdad mintiendo sobre ella.
P. En
Ahora es el momento regresa a su infancia y adolescencia en Idaho. ¿Por qué no escribir unas memorias?
R. Mi madre y mi padre fueron personas muy particulares. Si hubiese escrito una autobiografía habría permanecido en el rol de hijo. Como novelista puedo entrar dentro de los personajes, habitar dentro de ellos. Una buena historia necesita personajes bien perfilados. Así que te fuerzas en ver su crueldad y sus incongruencias, como, por ejemplo, que se pasaran el día rezando el rosario. Es un poco lo de Francis Bacon: tomas lo representativo, la imagen y la rocías con neurosis.
P. Y surge la caricatura distorsionada, la imagen deformada.
R. La exageración es parte de esto. Hay cosas pequeñas que se te quedan dentro. Lo que te marca puede parecer una nimiedad, un detalle insignificante si lo enfrentas al mundo, pero para uno mismo es algo inmenso.
P. ¿Cómo de fidedigna es esta historia?
R. Todo lo que le pasa a Rigby ocurrió alguna vez y al recuperar el clima emocional regresas a aquel momento.
P. ¿Y qué ocurre en el camino?
R. Mi madre murió cuando estaba a mitad de este libro. Creo que no cambié la idea que tenía, que escribí lo mismo que tenía pensado, pero todo se volvió más emocional, todo se vio magnificado. La pena de la pérdida influyó.
P. El retrato que hace de ella es implacable.
R. Ella era la esposa de un granjero en Idaho con una vida pequeña. Iba a la iglesia y tocaba el piano. Yo he querido hacer de su vida algo más grande. Tomar algo de su herencia.
P. ¿Leía sus libros?
R. No. Era muy católica. Cogió mi primer libro Lugares remotos, leyó "hijo de puta" y se negó a continuar. Yo pensaba que mi padre tampoco los había leído, pero mi hermana me contó que cuando estuvo enfermo, ingresado en el hospital, en pleno delirio hablaba de mis libros.
P. ¿La escritura acabó de separarle radicalmente de ellos?
R. Tuve que dejarles claro que quería ser yo mismo. Se enfadaron. Estuve cinco o seis años sin verles. Un día un policía llamó a su puerta. Les preguntó si eran mis padres y les dijo que me llamaran.
P. ¿La escritura es parte del trauma?
R. Con cada libro te sumerges dentro de ti mismo. Los jóvenes siguen adelante y en su inconsciencia pagan esto con la culpa. Cuando acabo uno de mis libros tengo que releerlo porque este sentimiento vuelve. Pienso, "has hecho algo mal, has dicho algo que no debías". Es como si tu madre y tu padre no se hubieran ido. Luego lo leo y veo que todo está bien. Te quedas sedado, maldiciendo.
P. La verdad que busca en sus novelas, ¿ha provocado muchos enfados?
R. Sólo me insultaron una vez. Cuando publiqué El hombre que se enamoró de la luna fui por primera vez a una emisora de radio. Antes de darme paso, el locutor dijo que mi libro era una sarta de chorradas, una inmensa tontería. Con el paso del tiempo, los insultos se han vuelto más sutiles, directamente te ignoran y no hablan de ti.
P. ¿Cuál es la mayor dificultad a la que se ha enfrentado con
Ahora es el momento?
R. La estructura. Para llegar al punto en el que arranca la historia tenía que contar rápidamente los recuerdos anteriores de forma rápida e interesante.
P. A diferencia de otras novelas, esta vez ha apostado por una forma lineal. Rigby hace memoria en orden cronológico. ¿Por qué?
R. Recibí mucha ayuda de mi editor y fue él quien me convenció para contar la historia de esta manera.
P. ¿Qué pensó cuando la terminó?
R. Tenía miedo de que fuera cursi. Me di cuenta de que había vivido tan reprimido, con tanto miedo... A mitad del libro sufrí una crisis nerviosa. Había abierto, desabotonado todo lo que llevaba dentro. Realmente toqué fondo. Este libro ha sido una cosa muy emocional, sentí que todo se destruía. Pasé un par de semanas en cama llorando furioso. Me liberé.
P. Esto suena a Stanilavski, al método del Actor's Studio trasladado a la escritura.
R. Bueno es un poco la misma idea de que tienes que habitar dentro de los personajes, tienes que entrar dentro de tu madre o de tu padre y esto produce dolor. Su locura católica... Llegas a ese espacio emocional y, cuando la escena acaba, te quedas en posición fetal.
P. La educación católica aparece como una tara.
R. Si bautizas a un niño lo haces porque crees que el mismo hecho de nacer lleva consigo el pecado original. Asumes que tiene un fallo, que tiene pecados. A partir de entonces tienes control sobre ese ser humano. Esto se interioriza. La idea del pecado original es patética y maquiavélica.
P. ¿Sin catolicismo no habría represión?
R. Quizá también la habría.
P. ¿Se supera la educación católica?
R. No del todo, uno no se puede liberar. Yo lo seguiré intentando. Quizá, en parte, esto sea una bendición; algo sobre lo que puedes trabajar y en lo que puedes medir tus progresos. Pero, en el fondo, pienso que si eres católico nunca te recuperas.
P. Rigby ajusta sus cuentas con el pasado en la línea de salida. ¿La necesidad de autodefinición, esta toma de poder, es necesaria antes de presentarse ante el mundo o surge después?
R. Bueno, él necesita reconstruir su vida. La auténtica Billy Cody (la mejor amiga de Rigby) leyó la novela y luego nos reíamos pensando que no éramos ni tan listos, ni tan fuertes como parece en el libro. Y es que aunque te metas dentro de un niño de 17 años, tú tienes 40. Es parte de la magia del poder de la ficción. A lo mejor los jóvenes de ahora sí son así. ¿Quién sabe?
P. ¿Mantiene relación con esta amiga de la adolescencia?
R. Sí, la veo tres o cuatro veces al año. Ella es profesora de teatro en Pocatello y es cierto que se quedó embarazada. Consiguió sobrevivir a aquello y reírse de muchas de las cosas que cuento. Pero yo escribo ficción. Ella fue uno de los ángeles que me ayudó a salir.
P. Su primera amiga.
R. Bueno, es que yo no gustaba a nadie en mi comunidad porque era un rarito. En aquellas llanuras de Idaho me pegaban tanto los indios como los mormones. Empecé un diario y esto me permitía salir de mí mismo.
P. Su taller ha formado a muchos escritores, pero cuando estaba aprendiendo, ¿quién le dio el mejor consejo?
R. Stephen Spender en una clase en Columbia nos explicó la diferencia entre prosa y poesía. Decía que en un poema la palabra tiene un peso específico. En prosa, sin embargo, las palabras deben llevar una señal que dice, "no me mires, la historia sigue en esa dirección".
P. ¿Le hizo caso?
R. No del todo. Yo quería que mi prosa no tuviera señales y que el lector de alguna forma se percatara de que estaba leyendo lenguaje escrito.
P. El ritmo es importante para lograr esto.
R. Sí, debe ser muy musical. Pienso en algunos trozos de mis historias como arias, como composiciones de música. La gente habla como piensa. Hay que crear la música narrativa, hay que dar con la forma de hablar del personaje, con su voz. Cuando la tienes, ya está hecho el 90%. Entonces es cuando pienso que estoy listo para contar la historia.
P. ¿Qué más se necesita?
R. Es muy importante el lado físico, más que la idea en sí. Me gusta jugar con los elementos, con la luz o el polvo suspendido, de manera que el lector sienta que de verdad está allí. Realmente lo trabajo mucho.
P. Y ahora ¿en qué anda?
R. El siguiente periodo que quiero revisar es mi estancia en África desde 1961. También estoy trabajando en una versión teatral de El hombre que se enamoró de la luna y preparo un manual sobre cómo escribir.
CRÍTICA: LA ESCUELA DEL RIESGO En el camino (otra vez) JAVIER APARICIO MAYDEU 05/05/2007
Vota Resultado 5 votos Con Ahora es el momento regresa Tom Spanbauer, un trotamundos de vida sumamente literaria y obra muy escasa que se dio a conocer con El hombre que se enamoró de la luna (1994). Su nueva y más ambiciosa novela resulta un modelo de lo que llama dangerous writing, una fórmula narrativa que da rienda suelta a las emociones, adora la primera persona, simula la improvisación, como aquella técnica del sketching de Jack Kerouac, y lleva dosis de minimalismo carveriano y varios excipientes como la catarsis, la desinhibición, sucedáneos de escritura automática o predilección por temas tabú (homosexualidad, religiones coercitivas, sexo, drogas y rock and roll) y reconstrucciones de la más genuina vida cotidiana. Está escrita en el espíritu de la generación beat -la ficción no es más que una vuelta de tuerca a la vida- y vuelve a ser un ejercicio autobiográfico al que la imaginación le ha cargado las tintas. Rigby John Klusener es Tom (Sawyer) Spanbauer escapando con 17 años de Pocatello, Idaho, y de su claustrofóbica familia católica, que parece no enterarse de que los Beatles están haciendo la revolución.
La noticia en otros webs webs en español en otros idiomas Rigby quiere abandonar el soso equipo de granjeros beatos y hacerse miembro de la muy pícara Sergeant Pepper's Lonely Hearts Club Band. Interpretando el mismo papel de Sal Paradise en En el camino de Kerouac, se muere por llegar en autoestop a San Francisco. La sangre le corre por las venas y habla suelto de lengua como Haulden Caulfield, habla por los codos en frases cortas que enristra para que el ritmo se acelere como su coche en el camino hacia la edad adulta, hacia el autorretrato con palabras. Un inmenso flash-back pone en antecedentes al lector acerca de la vida de Rigby John antes de su decisión de ver el mundo y de contárnoslo después. Ahora es el momento es una novela de aprendizaje trufada de miedos, idealismos y feromonas desbocadas en la que Spanbauer ha puesto lo mejor de sí mismo, el humor y la capacidad evocadora en párrafos que abren la sociedad de los sesenta como si fuese una lata de cerveza que nos servimos frase a frase.
La soterrada trayectoria literaria de Roberto Bolaño tomó altura cuando, en 1998, publicó su novela Los detectives salvajes. Se trataba de un texto abrumador, polifónico y metaliterario. Su éxito multiplicó las traducciones de la obra de Bolaño y convirtió su nombre en referente indiscutible de (algo así como) la nueva literatura hispanoamericana. Lo primero que puede llamar la atención del lector atento que ahora se acerque a esta novela es la escasa similitud entre su contenido y lo que la contraportada y los críticos dicen que contiene. "Dos amigos unen fuerzas para localizar a la escritora Cesárea Tinajero, en un viaje detectivesco que ocupa media vida y medio mundo." Eso dicen. Lo cierto es que Los detectives salvajes parece más una búsqueda de los dos "detectives" que de ninguna otra persona, y que Cesárea Tinajero es buscada y encontrada en apenas unos meses, siendo los veinte años posteriores a este hallazgo (que nada tienen que ver con la ilocalizable literata) el auténtico cuerpo narrativo de la novela. Diario+Entrevistas+Diario La novela viene dividida en tres partes. La primera de ellas la conforma el diario de Juan García Madero, y nos sitúa en el México de 1975. La segunda parte, mucho más extensa que las demás, es una acumulación de testimonios de estirpe periodística que "alguien" va recogiendo por todo el mundo durante 20 años y en los que, de una u otra manera, se menciona siempre a Arturo Belano y Ulises Lima, los protagonistas del libro. La parte final es nuevamente el diario de Juan García Madero, que simplemente ha sido interrumpido por el autor con las cuatrocientas páginas anteriores. Descartado que Los detectives salvajes sea un novela sobre la búsqueda de determinada escritora, concluyo que la obra tiene por objeto detallar la errancia internacional de dos inadaptados, narración que se hace de manera indirecta con una estructura similar a la de Faulkner en Mientras agonizo. Sin embargo, mientras en esta novela de Faulkner lo capital es el relato de los avatares de la familia Bundren, en Los detectives salvajes queda en primer plano la vida del testigo, que en algunas ocasiones se olvida de que "alguien" le está preguntando por Arturo Belaño y Ulises Lima y se dedica a narrar su particular historia. Un confusa primera parte La primera parte del libro abunda en la tópica figura del jovencito universitario que quiere ser escritor. El lector asiste a sus encuentros poéticos, sus desvelos bibliotecarios y su desaforada fornicación, que es en realidad de lo que va siempre todo esto de ser poeta. El estilo y lo narrado no presentan un brillo excesivo y la narración llega en algunos momentos a volverse repetitiva y poco verosímil. Especialmente confusa es la fragmentación del texto, ese fechar cada episodio como si de un diario se tratara, cuando es imposible que García Madero escriba todos los días y en todas las casas en las que está y hasta dentro de un automóvil. Un detalle que descalifica la condición diarística del texto se encuentra en la página 112: "Aunque ahora que lo escribo no consigo ver con la misma claridad que entonces...", que sitúa la escritura en un tiempo muy alejado de lo narrado, lo que hace del todo inverosímil que el narrador se acuerde de qué día exacto fue de librerías, y qué día exacto no hizo absolutamente nada. Apoteosis Vadeadas las desconcertantes primeras páginas, llega la apoteosis del talento. Un sinfín de narraciones fascinantes va acumulándose cronológicamente para llevarnos del año 1976 en México al año 1996 en diversas ciudades europeas. Estas narraciones son de una extraordinaria variedad, y en muchas ocasiones recuerdan a los testimonios que podría haber recogido un periodista de televisión cámara en mano. La coloquialidad es el timbre dominante de estos relatos, que, como ya se dijo más arriba, parecen girar en torno a la presencia de Belano o Ulises Lima en la vida de estas personas. Algunos fueron amigos suyos, otros sus jefes laborales, otros compañeros de trabajo, o amantes, o poetas y amigos también exiliados. Todos tienen una historia aparte de la historia de su encuentro con los "detectives salvajes", y esas historias que se van contando, sin ninguna relación entre ellas, edifican casi milagrosamente un bloque narrativo indivisible, porque cada historia bien podría ser un cuento aislado, pero hay algo en la dinámica de esta fragmentación que vuelve todos esos relatos individuales una misma fluencia, y que saca a esta novela del populoso catálogo de las novelas que no son tal sino una suma indiscriminada de historias. El primer testimonio emocionante se titula Auxilio Lacouture, Facultad de Filosofía y letras, UNAM, México DF, diciembre de 1976. Los militares toman la universidad y Auxilio se refugia en un cubil del cuarto de baño, en lo que ella califica como "el último reducto de autonomía de la UNAM". Y allí piensa cosas como ésta "Supe que tenía que resistir. Así que me senté sobre las baldosas del baño de mujeres y aproveché los últimos rayos de luz para leer tres poemas más de Pedro Garfias, y luego cerré el libro y cerré los ojos y me dije: Auxilio Lacouture, ciudadana de Uruguay, latinoamericana, poeta y viajera, resiste. Sólo eso." Algunas páginas más adelante, pueden localizarse pasajes que remiten a la biografía real de Roberto Bolaño (trabajador en un cámping, página 243) lo que viene a confirmar la sospecha primera de que tras Arturo Belano está el propio autor. Además, otros elementos de la realidad, en concreto del mundo literario, sirven para armar numerosos episodios dentro de la novela. Autores como Antonio Muñoz Molina y críticos como Ignacio Echeverría protagonizan diversas escenas bajo los nombres de Aurelio Baca e Iñaki Echavarne, respectivamente. Esta divertida variación bautismal tiene un momento especialmente ácido en el episodio del abogado y editor Xosé Lendoiro, cuya nómina de poetas es como sigue: Gabriel Cataluña, Rafael Logroño, Ismael Sevilla, Ezequiel Valencia, Toni Melilla, etcétera. El propio Xosé Lendoiro protagoniza páginas memorables, trufadas de citas en latín y expresiones lingüísticas de estirpe barroca, con clara intención paródica: "(...) orgullosas como perras, la carne débil y la carne fuerte, maceradas en el atanor del destino, si se me permite la expresión, una expresión carente de significado, pero dulce como una perra perdida en las faldas de una montaña." Historias delictivas, relatos fantásticos, amoríos, personas enriquecidas por una iluminación quinielística, cárceles... todo va inclinando este libro hacia los márgenes del mundo, las personas desubicadas y su circunstancia a menudo miserable. Hacia el final de la segunda parte, una frase de uno de los "testigos" parece descubrir el misterio. Andrés Ramírez (página 383) dice: "Mi vida estaba destinada al fracaso, Belano, así como lo oye. " Esta afirmación puede hacernos pensar que Arturo Belano es el que está entrevistando a toda esta gente, pero eso es imposible ya que todas estas personas hablan de él. Por ello, la estructura subterránea de esta genial segunda parte (es decir, la respuesta a la pregunta: ¿a quién se lo cuentan?) mantiene su secreto, lo que hace de estas páginas algo digno de releerse con mayor afán detectivesco. Final El último segmento de Los detectives salvajes nos devuelve a la búsqueda de Cesárea Tinajero. Muy hábilmente, Bolaño ha intercalado en la segunda parte numerosos episodios en los que Belano y Lima hablan con un tal Amadeo Salvatierra sobre el paradero de la escritora. El diario de García Madero en esta ocasión resulta menos comprometido, y su lectura constituye una especie de suave aterrizaje después de las escandalosamente inteligentes páginas anteriores. La novela concluye sin palabras, de una manera original que certifica las tremendas aspiraciones de posteridad que alientan esta importante novela.
7 comentarios:
"Pasos" de Mario Míguez (poemas)
Otra lectura. "La casa del Olivo", de Carlos Castilla del Pino. Un retrato valiente y riguroso de la España de los 40 a los 80 (mejor, de la Córdoba de esos años), escrito por uno de los mejores (y más rojos) psiquiatras de España. Además, está magnificamente escrito. Para mi, imprescindible. Su antecedente inmediato es "Preterito Perfecto", que todavía no he podido leer.
Otro libro que estoy leyendo y que me está gustando. "La vida en el capitalismo de ficción", de Vicente Verdú. Un análisis serio, riguroso y original de los tiempos en que nos ha tocado vivir.
Franco, Caudillo de España. La más completa y la mejor biografía de Franco. De Paul Preston, uno de los mejores hispanitos que uno se pueda encontrar. Estoy disfrutándolo enormemente.Sólo lamento una cosa, no haberlo leido mucho antes y poderlo comentar con un familiar que ahora ya no está aquí.....A él le había gustado muchísimo.
Yo ahora siempre repito lo que dijo Sanjurjo sobre Franco cuando no quiso participar en el golpe fallido del 32(conocido como Sanjurjada): "Franquito es un cuquito que va a lo suyito"
LOS GIRASOLES CIEGOS
de Alberto Méndez
Editorial Anagrama (2004)
Lo recomendó Jesús en una tertulia, lo compré en la Feria del Libro y lo acabé leyendo este verano.Creo que ya lo habeis leído todos, pero merece la pena volver a destacarlo para cualquier ciber-naúfrago que recale por aquí.
Otra vez sobre la Guerra Civil pero algo más, y creo que diferente. Son 4 relatos de vencidos victoriosos (como indica Herme G.Donis)- cuatro derrotas, dice el autor- que transcurren en el período quizá más duro de la posguerra, que va desde 1936 a 1942, y que siendo totalmente independientes están entrelazados entre sí. Los personajes son seres vencidos en un camino sin retorno recorriendo una senda de dolorosa entrega e ignorantes de en qué momento su ya maltrecha existencia dará de bruces contra el polvo.
La historia del autor resulta tan o más sorprendente que la historia de este libro.
Alberto Méndez, tenía 63 años cuando ve publicada esta primera obra y muere once meses después sin apenas saborear el éxito que tras su muerte tendría el libro. Durante los meses posteriores a su publicación, y a pesar de las buenas críticas que la novela recibe, las ventas de ésta se hacen casi de una forma clandestina. Algunos comentaristas de radio dan la voz de alerta sobre las cualidades de Los girasoles ciegos. Recomiendan su lectura con pasión y, a partir de ahí, el boca a boca termina por convertirlo en un libro de referencia obligada. Como consecuencia, las ventas comienzan a dispararse (baste decir que a fecha de hoy la editorial ya ha lanzado al mercado ocho ediciones (unos 28.000 ejemplares, según el editor) y el libro consigue primeramente, y en vida de su autor, el Premio Setenil de relatos y posteriormente (ya fallecido Alberto Méndez) los importantes Premios de la Crítica y Nacional de Narrativa. Pendiente quedó el Premio del Gremio de Libreros de Madrid, ya que éste sólo se concede a autores vivos. Pero lo más importante de todo es que Méndez ha contado con un favor que es el mejor de los premios para cualquier creador: la entrega incondicional de los lectores. Casi dos años después de su publicación, el libro aún se sigue recomendando en público y en privado y pocos dudan en saludarlo como una de las obras más importantes publicadas en los últimos tiempos.
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Alberto Méndez Borra nació en Roma en 1941. Su padre, el poeta y traductor, José Méndez Herrera, trabajaba en aquel momento en la ciudad italiana para la FAO. Muchos lectores puede que recuerden a este último sobre todo como traductor habitual de la editorial Aguilar, para la que tradujo muchas obras de autores tan importantes como Irving, Stevenson, Eliot, Dikens, Chesterton, Bernard Shaw, Tennessee Williams, etc, llegando a conseguir en 1962 el Premio Nacional de Traducción por su versiones de las obras teatrales de Shakespeare. Alberto Méndez, hombre de izquierdas, (milita en el Partido Comunista hasta 1982) estuvo siempre vinculado, de una u otra manera, al mundo de la edición. En su lucha contra el franquismo crea, entre otras, la editorial política “Ciencia Nueva”que clausura Manuel Fraga Iribarne en su época de ministro de la dictadura franquista. Asimismo, llega a ser un alto ejecutivo de la editorial Montena y se dedica a labores de guionista (colaboró en programas dramáticos de RTVE y fue guionista con Pilar Miró) y traductor a veces en solitario y otras en compañía de su hermano Juan Antonio, como ocurre con el libro del marxista italiano Galvano della Volpe Lo verosímil fílmico y otros ensayos, del que el propio Méndez es prologuista.
Grandísima obra. Recuerdo que, tras la recomendación de Jesús -tan acertada como siempre- la busqué insistentemente y la acabé comprando en El Corte Inglés de Santa Cruz de Tenerife! Me produjo un profundo desasosiego, porque aunque Méndez no lo dice, es obvio que son historias reales -y si no lo son, las hubo muy similares con toda seguridad-. Todas ellas -sobre todo la que acaba en suicidio- son muestra de la profunda injusticia que presidió una época todavía demasiado cercana. Para mi, una obra maestra.
El hombre que se enamoró de la luna, es uno de los libros que más me han hecho sufrir de los que he leído. Creo que es indispensable. ENORME.
os pego noticias y entrevista con Spanbauer, y su último libro.
Amado.
REPORTAJE: LA ESCUELA DEL RIESGO
Tartas perfectas y escritura peligrosa
RODRIGO FRESÁN 05/05/2007
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El Método Spanbauer de escritura consiste en poner el dedo en la llaga. En hurgar en el propio dolor y extraer las emociones. Ése y otros recursos con los que implica al lector en un viaje narrativo lleno de baches, apariciones, incógnitas y esfuerzos que funden realidad e imaginación, liberándolos. Es un método que sólo le sirve a él, un autor irrepetible.
Como Paul Bowles, Richard Brautigan, William Burroughs, Donald Barthelme, James Purdy (al que tan sólo en pocas ocasiones recuerda un poco) o Kurt Vonnegut, Tom Spanbauer es una de esas contadas, felices e inspiradas anomalías dentro del paisaje de las letras norteamericanas. No puede decirse que Spanbauer encaje dentro de los parámetros de la literatura gay contemporánea más lírica o costumbrista o de aquella que se dedica a repasar con frialdad de documental caliente los estragos causados por la plaga del sida. Spanbauer (Pocatello, Idaho, 1946) es uno de esos escritores que parecen empezar y terminar en sí mismos y que no dejarán escuela no porque no se los admire sino porque se les sabe únicos y, por lo tanto, toda intención de emularlo degradaría en involuntaria parodia.
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Esto no le ha impedido a
Spanbauer comandar desde hace años, en Oregón, uno de los talleres literarios más prestigiosos del que han salido firmas como Chuck Palahniuk. Es allí donde Spanbauer predica -a partir de lo que aprendió de ese otro raro llamado Gordon Lish, descubridor y formador de Raymond Carver- el evangelio de lo que ha definido como dangerous writing (escritura peligrosa). El revelar, más o menos minimalísticamente, con la más confesional de las primeras personas, aquello que más te asuste o te avergüence o te arrepientas de haber hecho o pensado hacer o, simplemente, haber pensado. Hallar así lo que él ha bautizado como "el sitio que duele". Esto que para muchos sonará a maniobra ingenua o truco inofensivo consigue -según Spanbauer, sólo cuando se llega al fondo de todas las cosas- "verdaderos desprendimientos del yo". Y el ejemplo perfecto de ellos es, para Spanbauer, el relato The Harvest de Amy Hempel, también discípula de Lish, desgraciadamente muy poco conocida para el lector en castellano (Tusquets publicó tan sólo uno de sus libros, Razones para vivir, en 1989).
Es Palahniuk -en un ensayo sobre Hempel que escribió para The L. A. Weekly- quien enumera y recorre los diferentes stages del Método Spanbauer. El primero se llama Caballos y tiene que ver con la utilización de motivos recurrentes a lo largo de un viaje narrado. No renunciar a los caballos que se cabalgan, pero sí transformarlos en otra cosa sin perder el aria del galope original. Algo así. El segundo paso es Quemarte la lengua y consiste en decir algo de manera incorrecta, retorcerlo, despreciando los clichés para que el lector avance más lento y se vea obligado a leer cuidadosamente. Lo siguiente es ser consciente del Ángel que registra: escribir sin emitir juicios y dejar que sea el lector quien saque sus propias conclusiones a partir de los elementos dispares y distorsionados que le entrega el autor. El último mandamiento tiene que ver con Escribir sobre el cuerpo y que el blah-blah-blah de lo que puede llegar a decir un personaje sea reemplazado por sensaciones físicas: olores, sabores, roces y dolores. ¿Se encuentra todo esto -se hace práctica la teoría- en Lugares remotos (1988), El hombre que se enamoró de la luna, La ciudad de los cazadores tímidos y en Ahora es el momento. Seguramente sí. Pero también es cierto que obedecer al detalle las instrucciones de un escritor impar no tiene por qué producir resultados asombrosos. Lo de antes: no hay receta que garantice la maestría de Spanbauer en otros. Porque Spanbauer es, también y sobre todo, la experiencia vivida y aprendida.
"La ficción es aquella men
tira que suena más verdadera que la realidad", concluye Spanbauer. Y -en su propio site- lo explica así: "Cuando alguien le preguntaba a mi madre cómo conseguía esa corteza tan dorada y perfecta a la hora de hornear sus tartas, ella, como toda respuesta y sin decir ni una palabra, se limitaba a frotar sus dedos contra el pulgar. Así enseño yo. Todo pasa por cierta sensación indescriptible. No es que yo sepa algo que el estudiante ignora. Cada estudiante de literatura es, también, un estudiante de la vida. Yo también soy un estudiante. Los buenos escritores son los que saben reconocer esto último. Mi tarea es generar un ambiente seguro. Es terrorífico sacar algo afuera y leerlo en público. Y tengo que saber oír al corazón roto, la rabia, lo bochornoso y saber actuar acorde, respetando el modo en que cada uno de los estudiantes se relacionan con ello. Y permitirles que se equivoquen. En el error hay un tesoro. Y si se toca la nota incorrecta las suficientes veces, esa disonancia puede convertirse en la voz de los ángeles. Y una vez que ese estudiante está curtido y listo, recién entonces saco mis uñas y juego a ser el abogado del diablo, el policía malo, el tonto irrelevante... Yo aspiro a la excelencia. Y sólo se accede a ella una vez que has perdido el miedo a ser quien eres".
Así -de eso tratan todos sus libros- para Spanbauer la ficción es transformarse primero para después, desde el centro del sitio que duele, asumir como propia, junto al lector, la verdad de aquel dicho: lo que no te mata te fortalece. Y además -seguro, porque entonces es el momento- te hace escribir mejor.
ENTREVISTA: LA ESCUELA DEL RIESGO Tom Spanbauer
"Encuentro la verdad mintiendo sobre ella"
ANDREA AGUILAR 05/05/2007
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"Si tuviéramos que enfrentarnos todo el tiempo al dolor que llevamos dentro no podríamos levantarnos de la cama", afirma el escritor estadounidense, que publica Ahora es el momento. Alumno de Stephen Spender y maestro de Chuck Palahniuk , el autor del clásico El hombre que se enamoró de la luna habla de los efectos que su descarnada escritura ha tenido sobre su vida.
Se crió en un rancho, en el seno de una estricta familia católica, en Pocatello, en las llanuras de Idaho, donde la mayoría no profesaba esta fe. Antes de convertirse en un novelista de culto; antes de escribir sobre el mundo gay y la bisexualidad o sobre los estragos del sida en Nueva York; antes de formar en su taller de Oregón a escritores como Chuck Palahniuk, Tom Spanbauer (1946) fue un buen hijo de granjeros. Hasta que dejó de serlo. Pero algún eco de aquello aún resuena al otro lado del teléfono. Extremadamente educado y obediente a la hora de responder, en Ahora es el momento (Mondadori), su cuarta novela, ha regresado a la infancia y adolescencia y se ha redefinido. Éste soy y éste fui.
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"Me di cuenta de que había vivido tan reprimido, con tanto miedo... A mitad del libro sufrí una crisis nerviosa"
PREGUNTA. La pregunta de cómo podemos llevar tanto dolor dentro sin saberlo es recurrente en esta novela.
RESPUESTA. Es que si tuviésemos que enfrentarnos todo el tiempo al dolor que cada uno llevamos no podríamos levantarnos de la cama. Para poder seguir adelante optamos por la negación y por dejarlo a un lado.
P. ¿De esto se alimenta su escritura?
R. Una de las principales propuestas de la escritura del riesgo es volver a estos lugares de dolor, volver a la pena y empezar a escuchar el secreto.
P. ¿Una terapia?
R. Hay un principio terapéutico en revivir el pasado. Cuando empiezas a investigar el dolor, a hurgar en la herida, comienzas a ver las cosas de otra manera. Ésta es la base de mi escritura. Cada persona encierra mucho arte.
P. ¿En un espacio aislado que se vuelve público?
R. Yo voy a un lugar muy humano, en el que todos estamos solos, sin respuestas. Sólo tenemos la certeza de la muerte. Pero este espacio no excluye a los otros, sino que los incluye.
P. ¿Es esto lo que vincula todas las expresiones artísticas?
R. Aprecio otras formas de expresión, otras formas de literatura, de cine, de pintura... La humanidad en Goya o en Bacon. Reacciono frente a ello.
P. La ficción parece que funciona como un disfraz. ¿Ha pensado en usar otro género?
R. La ficción hace la verdad más verdadera. Si voy a la no ficción me enredo en los detalles, mientras que con la ficción siento que tengo licencia para mentir. Encuentro la verdad mintiendo sobre ella.
P. En
Ahora es el momento regresa a su infancia y adolescencia en Idaho. ¿Por qué no escribir unas memorias?
R. Mi madre y mi padre fueron personas muy particulares. Si hubiese escrito una autobiografía habría permanecido en el rol de hijo. Como novelista puedo entrar dentro de los personajes, habitar dentro de ellos. Una buena historia necesita personajes bien perfilados. Así que te fuerzas en ver su crueldad y sus incongruencias, como, por ejemplo, que se pasaran el día rezando el rosario. Es un poco lo de Francis Bacon: tomas lo representativo, la imagen y la rocías con neurosis.
P. Y surge la caricatura distorsionada, la imagen deformada.
R. La exageración es parte de esto. Hay cosas pequeñas que se te quedan dentro. Lo que te marca puede parecer una nimiedad, un detalle insignificante si lo enfrentas al mundo, pero para uno mismo es algo inmenso.
P. ¿Cómo de fidedigna es esta historia?
R. Todo lo que le pasa a Rigby ocurrió alguna vez y al recuperar el clima emocional regresas a aquel momento.
P. ¿Y qué ocurre en el camino?
R. Mi madre murió cuando estaba a mitad de este libro. Creo que no cambié la idea que tenía, que escribí lo mismo que tenía pensado, pero todo se volvió más emocional, todo se vio magnificado. La pena de la pérdida influyó.
P. El retrato que hace de ella es implacable.
R. Ella era la esposa de un granjero en Idaho con una vida pequeña. Iba a la iglesia y tocaba el piano. Yo he querido hacer de su vida algo más grande. Tomar algo de su herencia.
P. ¿Leía sus libros?
R. No. Era muy católica. Cogió mi primer libro Lugares remotos, leyó "hijo de puta" y se negó a continuar. Yo pensaba que mi padre tampoco los había leído, pero mi hermana me contó que cuando estuvo enfermo, ingresado en el hospital, en pleno delirio hablaba de mis libros.
P. ¿La escritura acabó de separarle radicalmente de ellos?
R. Tuve que dejarles claro que quería ser yo mismo. Se enfadaron. Estuve cinco o seis años sin verles. Un día un policía llamó a su puerta. Les preguntó si eran mis padres y les dijo que me llamaran.
P. ¿La escritura es parte del trauma?
R. Con cada libro te sumerges dentro de ti mismo. Los jóvenes siguen adelante y en su inconsciencia pagan esto con la culpa. Cuando acabo uno de mis libros tengo que releerlo porque este sentimiento vuelve. Pienso, "has hecho algo mal, has dicho algo que no debías". Es como si tu madre y tu padre no se hubieran ido. Luego lo leo y veo que todo está bien. Te quedas sedado, maldiciendo.
P. La verdad que busca en sus novelas, ¿ha provocado muchos enfados?
R. Sólo me insultaron una vez. Cuando publiqué El hombre que se enamoró de la luna fui por primera vez a una emisora de radio. Antes de darme paso, el locutor dijo que mi libro era una sarta de chorradas, una inmensa tontería. Con el paso del tiempo, los insultos se han vuelto más sutiles, directamente te ignoran y no hablan de ti.
P. ¿Cuál es la mayor dificultad a la que se ha enfrentado con
Ahora es el momento?
R. La estructura. Para llegar al punto en el que arranca la historia tenía que contar rápidamente los recuerdos anteriores de forma rápida e interesante.
P. A diferencia de otras novelas, esta vez ha apostado por una forma lineal. Rigby hace memoria en orden cronológico. ¿Por qué?
R. Recibí mucha ayuda de mi editor y fue él quien me convenció para contar la historia de esta manera.
P. ¿Qué pensó cuando la terminó?
R. Tenía miedo de que fuera cursi. Me di cuenta de que había vivido tan reprimido, con tanto miedo... A mitad del libro sufrí una crisis nerviosa. Había abierto, desabotonado todo lo que llevaba dentro. Realmente toqué fondo. Este libro ha sido una cosa muy emocional, sentí que todo se destruía. Pasé un par de semanas en cama llorando furioso. Me liberé.
P. Esto suena a Stanilavski, al método del Actor's Studio trasladado a la escritura.
R. Bueno es un poco la misma idea de que tienes que habitar dentro de los personajes, tienes que entrar dentro de tu madre o de tu padre y esto produce dolor. Su locura católica... Llegas a ese espacio emocional y, cuando la escena acaba, te quedas en posición fetal.
P. La educación católica aparece como una tara.
R. Si bautizas a un niño lo haces porque crees que el mismo hecho de nacer lleva consigo el pecado original. Asumes que tiene un fallo, que tiene pecados. A partir de entonces tienes control sobre ese ser humano. Esto se interioriza. La idea del pecado original es patética y maquiavélica.
P. ¿Sin catolicismo no habría represión?
R. Quizá también la habría.
P. ¿Se supera la educación católica?
R. No del todo, uno no se puede liberar. Yo lo seguiré intentando. Quizá, en parte, esto sea una bendición; algo sobre lo que puedes trabajar y en lo que puedes medir tus progresos. Pero, en el fondo, pienso que si eres católico nunca te recuperas.
P. Rigby ajusta sus cuentas con el pasado en la línea de salida. ¿La necesidad de autodefinición, esta toma de poder, es necesaria antes de presentarse ante el mundo o surge después?
R. Bueno, él necesita reconstruir su vida. La auténtica Billy Cody (la mejor amiga de Rigby) leyó la novela y luego nos reíamos pensando que no éramos ni tan listos, ni tan fuertes como parece en el libro. Y es que aunque te metas dentro de un niño de 17 años, tú tienes 40. Es parte de la magia del poder de la ficción. A lo mejor los jóvenes de ahora sí son así. ¿Quién sabe?
P. ¿Mantiene relación con esta amiga de la adolescencia?
R. Sí, la veo tres o cuatro veces al año. Ella es profesora de teatro en Pocatello y es cierto que se quedó embarazada. Consiguió sobrevivir a aquello y reírse de muchas de las cosas que cuento. Pero yo escribo ficción. Ella fue uno de los ángeles que me ayudó a salir.
P. Su primera amiga.
R. Bueno, es que yo no gustaba a nadie en mi comunidad porque era un rarito. En aquellas llanuras de Idaho me pegaban tanto los indios como los mormones. Empecé un diario y esto me permitía salir de mí mismo.
P. Su taller ha formado a muchos escritores, pero cuando estaba aprendiendo, ¿quién le dio el mejor consejo?
R. Stephen Spender en una clase en Columbia nos explicó la diferencia entre prosa y poesía. Decía que en un poema la palabra tiene un peso específico. En prosa, sin embargo, las palabras deben llevar una señal que dice, "no me mires, la historia sigue en esa dirección".
P. ¿Le hizo caso?
R. No del todo. Yo quería que mi prosa no tuviera señales y que el lector de alguna forma se percatara de que estaba leyendo lenguaje escrito.
P. El ritmo es importante para lograr esto.
R. Sí, debe ser muy musical. Pienso en algunos trozos de mis historias como arias, como composiciones de música. La gente habla como piensa. Hay que crear la música narrativa, hay que dar con la forma de hablar del personaje, con su voz. Cuando la tienes, ya está hecho el 90%. Entonces es cuando pienso que estoy listo para contar la historia.
P. ¿Qué más se necesita?
R. Es muy importante el lado físico, más que la idea en sí. Me gusta jugar con los elementos, con la luz o el polvo suspendido, de manera que el lector sienta que de verdad está allí. Realmente lo trabajo mucho.
P. Y ahora ¿en qué anda?
R. El siguiente periodo que quiero revisar es mi estancia en África desde 1961. También estoy trabajando en una versión teatral de El hombre que se enamoró de la luna y preparo un manual sobre cómo escribir.
CRÍTICA: LA ESCUELA DEL RIESGO
En el camino (otra vez)
JAVIER APARICIO MAYDEU 05/05/2007
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Con Ahora es el momento regresa Tom Spanbauer, un trotamundos de vida sumamente literaria y obra muy escasa que se dio a conocer con El hombre que se enamoró de la luna (1994). Su nueva y más ambiciosa novela resulta un modelo de lo que llama dangerous writing, una fórmula narrativa que da rienda suelta a las emociones, adora la primera persona, simula la improvisación, como aquella técnica del sketching de Jack Kerouac, y lleva dosis de minimalismo carveriano y varios excipientes como la catarsis, la desinhibición, sucedáneos de escritura automática o predilección por temas tabú (homosexualidad, religiones coercitivas, sexo, drogas y rock and roll) y reconstrucciones de la más genuina vida cotidiana. Está escrita en el espíritu de la generación beat -la ficción no es más que una vuelta de tuerca a la vida- y vuelve a ser un ejercicio autobiográfico al que la imaginación le ha cargado las tintas. Rigby John Klusener es Tom (Sawyer) Spanbauer escapando con 17 años de Pocatello, Idaho, y de su claustrofóbica familia católica, que parece no enterarse de que los Beatles están haciendo la revolución.
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Rigby quiere abandonar el soso equipo de granjeros beatos y hacerse miembro de la muy pícara Sergeant Pepper's Lonely Hearts Club Band. Interpretando el mismo papel de Sal Paradise en En el camino de Kerouac, se muere por llegar en autoestop a San Francisco. La sangre le corre por las venas y habla suelto de lengua como Haulden Caulfield, habla por los codos en frases cortas que enristra para que el ritmo se acelere como su coche en el camino hacia la edad adulta, hacia el autorretrato con palabras. Un inmenso flash-back pone en antecedentes al lector acerca de la vida de Rigby John antes de su decisión de ver el mundo y de contárnoslo después. Ahora es el momento es una novela de aprendizaje trufada de miedos, idealismos y feromonas desbocadas en la que Spanbauer ha puesto lo mejor de sí mismo, el humor y la capacidad evocadora en párrafos que abren la sociedad de los sesenta como si fuese una lata de cerveza que nos servimos frase a frase.
Amado.
Roberto Bolaño:
LOS DETECTIVES SALVAJES
La soterrada trayectoria literaria de Roberto Bolaño tomó altura cuando, en 1998, publicó su novela Los detectives salvajes. Se trataba de un texto abrumador, polifónico y metaliterario. Su éxito multiplicó las traducciones de la obra de Bolaño y convirtió su nombre en referente indiscutible de (algo así como) la nueva literatura hispanoamericana.
Lo primero que puede llamar la atención del lector atento que ahora se acerque a esta novela es la escasa similitud entre su contenido y lo que la contraportada y los críticos dicen que contiene. "Dos amigos unen fuerzas para localizar a la escritora Cesárea Tinajero, en un viaje detectivesco que ocupa media vida y medio mundo." Eso dicen. Lo cierto es que Los detectives salvajes parece más una búsqueda de los dos "detectives" que de ninguna otra persona, y que Cesárea Tinajero es buscada y encontrada en apenas unos meses, siendo los veinte años posteriores a este hallazgo (que nada tienen que ver con la ilocalizable literata) el auténtico cuerpo narrativo de la novela.
Diario+Entrevistas+Diario
La novela viene dividida en tres partes. La primera de ellas la conforma el diario de Juan García Madero, y nos sitúa en el México de 1975. La segunda parte, mucho más extensa que las demás, es una acumulación de testimonios de estirpe periodística que "alguien" va recogiendo por todo el mundo durante 20 años y en los que, de una u otra manera, se menciona siempre a Arturo Belano y Ulises Lima, los protagonistas del libro. La parte final es nuevamente el diario de Juan García Madero, que simplemente ha sido interrumpido por el autor con las cuatrocientas páginas anteriores.
Descartado que Los detectives salvajes sea un novela sobre la búsqueda de determinada escritora, concluyo que la obra tiene por objeto detallar la errancia internacional de dos inadaptados, narración que se hace de manera indirecta con una estructura similar a la de Faulkner en Mientras agonizo. Sin embargo, mientras en esta novela de Faulkner lo capital es el relato de los avatares de la familia Bundren, en Los detectives salvajes queda en primer plano la vida del testigo, que en algunas ocasiones se olvida de que "alguien" le está preguntando por Arturo Belaño y Ulises Lima y se dedica a narrar su particular historia.
Un confusa primera parte
La primera parte del libro abunda en la tópica figura del jovencito universitario que quiere ser escritor. El lector asiste a sus encuentros poéticos, sus desvelos bibliotecarios y su desaforada fornicación, que es en realidad de lo que va siempre todo esto de ser poeta. El estilo y lo narrado no presentan un brillo excesivo y la narración llega en algunos momentos a volverse repetitiva y poco verosímil. Especialmente confusa es la fragmentación del texto, ese fechar cada episodio como si de un diario se tratara, cuando es imposible que García Madero escriba todos los días y en todas las casas en las que está y hasta dentro de un automóvil. Un detalle que descalifica la condición diarística del texto se encuentra en la página 112: "Aunque ahora que lo escribo no consigo ver con la misma claridad que entonces...", que sitúa la escritura en un tiempo muy alejado de lo narrado, lo que hace del todo inverosímil que el narrador se acuerde de qué día exacto fue de librerías, y qué día exacto no hizo absolutamente nada.
Apoteosis
Vadeadas las desconcertantes primeras páginas, llega la apoteosis del talento. Un sinfín de narraciones fascinantes va acumulándose cronológicamente para llevarnos del año 1976 en México al año 1996 en diversas ciudades europeas. Estas narraciones son de una extraordinaria variedad, y en muchas ocasiones recuerdan a los testimonios que podría haber recogido un periodista de televisión cámara en mano. La coloquialidad es el timbre dominante de estos relatos, que, como ya se dijo más arriba, parecen girar en torno a la presencia de Belano o Ulises Lima en la vida de estas personas. Algunos fueron amigos suyos, otros sus jefes laborales, otros compañeros de trabajo, o amantes, o poetas y amigos también exiliados. Todos tienen una historia aparte de la historia de su encuentro con los "detectives salvajes", y esas historias que se van contando, sin ninguna relación entre ellas, edifican casi milagrosamente un bloque narrativo indivisible, porque cada historia bien podría ser un cuento aislado, pero hay algo en la dinámica de esta fragmentación que vuelve todos esos relatos individuales una misma fluencia, y que saca a esta novela del populoso catálogo de las novelas que no son tal sino una suma indiscriminada de historias.
El primer testimonio emocionante se titula Auxilio Lacouture, Facultad de Filosofía y letras, UNAM, México DF, diciembre de 1976. Los militares toman la universidad y Auxilio se refugia en un cubil del cuarto de baño, en lo que ella califica como "el último reducto de autonomía de la UNAM". Y allí piensa cosas como ésta "Supe que tenía que resistir. Así que me senté sobre las baldosas del baño de mujeres y aproveché los últimos rayos de luz para leer tres poemas más de Pedro Garfias, y luego cerré el libro y cerré los ojos y me dije: Auxilio Lacouture, ciudadana de Uruguay, latinoamericana, poeta y viajera, resiste. Sólo eso."
Algunas páginas más adelante, pueden localizarse pasajes que remiten a la biografía real de Roberto Bolaño (trabajador en un cámping, página 243) lo que viene a confirmar la sospecha primera de que tras Arturo Belano está el propio autor. Además, otros elementos de la realidad, en concreto del mundo literario, sirven para armar numerosos episodios dentro de la novela. Autores como Antonio Muñoz Molina y críticos como Ignacio Echeverría protagonizan diversas escenas bajo los nombres de Aurelio Baca e Iñaki Echavarne, respectivamente. Esta divertida variación bautismal tiene un momento especialmente ácido en el episodio del abogado y editor Xosé Lendoiro, cuya nómina de poetas es como sigue: Gabriel Cataluña, Rafael Logroño, Ismael Sevilla, Ezequiel Valencia, Toni Melilla, etcétera. El propio Xosé Lendoiro protagoniza páginas memorables, trufadas de citas en latín y expresiones lingüísticas de estirpe barroca, con clara intención paródica: "(...) orgullosas como perras, la carne débil y la carne fuerte, maceradas en el atanor del destino, si se me permite la expresión, una expresión carente de significado, pero dulce como una perra perdida en las faldas de una montaña."
Historias delictivas, relatos fantásticos, amoríos, personas enriquecidas por una iluminación quinielística, cárceles... todo va inclinando este libro hacia los márgenes del mundo, las personas desubicadas y su circunstancia a menudo miserable.
Hacia el final de la segunda parte, una frase de uno de los "testigos" parece descubrir el misterio. Andrés Ramírez (página 383) dice: "Mi vida estaba destinada al fracaso, Belano, así como lo oye. " Esta afirmación puede hacernos pensar que Arturo Belano es el que está entrevistando a toda esta gente, pero eso es imposible ya que todas estas personas hablan de él. Por ello, la estructura subterránea de esta genial segunda parte (es decir, la respuesta a la pregunta: ¿a quién se lo cuentan?) mantiene su secreto, lo que hace de estas páginas algo digno de releerse con mayor afán detectivesco.
Final
El último segmento de Los detectives salvajes nos devuelve a la búsqueda de Cesárea Tinajero. Muy hábilmente, Bolaño ha intercalado en la segunda parte numerosos episodios en los que Belano y Lima hablan con un tal Amadeo Salvatierra sobre el paradero de la escritora. El diario de García Madero en esta ocasión resulta menos comprometido, y su lectura constituye una especie de suave aterrizaje después de las escandalosamente inteligentes páginas anteriores.
La novela concluye sin palabras, de una manera original que certifica las tremendas aspiraciones de posteridad que alientan esta importante novela.
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