jueves, 1 de octubre de 2009

Juan Carlos Mestre, Premio Nacional de Poesía 2008

Juan Carlos Mestre ha sido galardonado con el Premio Nacional de Poesía 2008 por su obra 'La casa roja', según informó el jueves 1-oct-09 el Ministerio de Cultura.
Mestre, nacido en Villafranca del Bierzo (León) en 1957, es también autor de 'Antífona del otoño en el valle del Bierzo', 'La poesía ha caído en desgracia' y 'La tumba de Keats', obras con las que ha obtenido los premios Adonais, Jaime Gil de Biedma y Jaén de Poesía, respectivamente.

3 comentarios:

Andrés dijo...

Merece la pena entrar en su enlace:

http://www.juancarlosmestre.com/

Juan Carlos Mestre dijo...

Esto sucede ante la hora izquierda en que mi vida,
violenta juventud contra el poder de un príncipe,
llama jauría a la verdad y belleza a los puentes derrumbados.
Llama flor del frío a la tumba de los náufragos,
astrolabio muerto a la nieve de los locos.
Hornea un talco negro el hambre de la muerte,
la edad de los sentidos, el obstinado aliento
de la cansada luz de octubre en el baúl de abejas.
Brota sobre esta duna blanca la vehemente hierba de las islas,
la implacable hormiga en el blando bulbo de la boca helada.
Con guantes de forense sale la noche verde de su estuche
y la tempestad retumba por el otoño roto de las ánforas.
Tiene aquí mi corazón la edad del mundo,
el pez de piedra bajo el que los recién nacidos duermen.
Sufre el impaciente un reloj de sol bajo los párpados,
la aguja inmóvil como retina fría de los caballos muertos.
Mi vida es el temblor del consternado y el indigente ciego,
la constelación del triste en un festín de víctimas.
No conozco otra conciencia que la oscuridad translúcida,
la sábana de vidrio sobre la que la infernal razón se acuesta.
Vivo separado del rumbo de las cosas, hablo el miedo
de un heredero alzado contra el funesto monarca de las ciénagas.
No espero nada de los dioses, nada de la memorable epidemia de sus jueces.
Soy distinto ante el esclavo y el enano, soy el mismo suplicante y el eunuco.
Soy el transeúnte de la atmósfera, el anhelante oscuro del relámpago.
Oigo voces, oigo al temeroso y al anciano, sé que un caballo es un momento.
Oigo pasos, oigo el lastimoso trueno que al perenne huérfano perturba.
Tengo por amigo al penitente mar y al anticuado otoño,
amo la imperturbable soledad del hombre y la confidencia de los pájaros.
Llamo inalcanzable a la distancia que hay entre dos cuerpos,
alternativamente invado el país del fracaso y el suelo natal de la victoria.
Fui adolescente y me envenené con lumbre, fui déspota incansable
contra la vanidad que hastía la fiesta de los cuerpos.
No he llegado más lejos de mí mismo que una moneda del avaro está de otra,
considero estéril el invierno, considero el azul imprescindible.
Me ocupo con horror de los esfuerzos que hace cada día el sol por elogiar la tierra,
siento simpatía por el primitivo lúcido y por el débil infeliz metódico.
Prefiero la melancolía del cobarde a la furia invencible de los héroes,
prefiero el desamparo de los campos a la rígida ambición de los sepulcros.
Dios está cansado de escucharnos, están cansados los hombres y los perros,
la nostalgia es una canoa a la deriva por el río blanco de la muerte.

(La Tumba de Keats)

Anónimo dijo...

HABLO CONTIGO

Hablo contigo, ignoro dónde estás, hacia qué luz busca mi Ser el eco en que te escucho.

No hay usura en tu voz, yo sé que un aire limpio te respira, que algo redentor, alguna claridad que arrastra el río lleva el pensamiento tuyo.

Hablo contigo, una intacta pasión vive en tu fósforo, una única luz que no se apaga mientras la muerte fluye, mientras la muerte sufre esta palabra.

Y hablo, hablo contigo alrededor de un hueco, alrededor de mí como el que gira mutuo, como aquel que dentro de nosotros es próximo y se acerca con su haz luminoso de pureza.

Hablo ante el destino que imagina el hombre, eso de desvalido, eso de delirante y turbio hablo contigo. Y es de noche, es de noche en los dos como metal oscuro, y vemos como largamente la verdad extiende su único hilo de saliva, un único alfabeto en el rumor de todos.

Hablo contigo, oh bondad compartida de quien es silencioso, sombra de esa sombra que aletea y es vuelo de semejante elocuencia, el que escribe, el que escucha, el que lámina a lámina va enhebrando en el eco una voz que responde, esa voz en mí mismo, la que nos alumbra y persuade desde más allá de la muerte.

(La Poesía ha caído en desgracia)