viernes, 18 de junio de 2010

SARAMAGO: Despedida y desasosiego


Hoje, sexta-feira, 18 de Junho, José Saramago faleceu às 12.30 horas na sua residência de Lanzarote, aos 87 anos de idade, em consequência de uma múltipla falha orgânica, após uma prolongada doença.
O escritor morreu estando acompanhado pela sua família, despedindo-se de uma forma serena e tranquila.

Fundação José Saramago
18 de Junho de 2010

"Nuestra única defensa contra la muerte es el amor", dijo en una ocasión José Saramago, a quien no sólo el amor le ayudó a combatir esa muerte que se lo llevó hoy, a los 87 años. También lo hicieron las numerosas novelas que escribió a lo largo de su vida y que fueron reconocidas con el Premio Nobel en 1998.
De origen humilde, Saramago se dedicó a la literatura porque no le gustaba el mundo donde le tocó vivir. Sus novelas encierran reflexiones sobre algunos de los principales problemas del ser humano; hacen pensar al lector, lo estremecen y conmueven. Sus personajes están llenos de dignidad, heroísmo existencial y humildad ante la vida.
Sin ningún lugar a dudas, se ha marchado uno de los más importantes escritores de la literatura portuguesa.


4 comentarios:

FRANCESC RELEA / MIGUEL MORA desde Lisboa dijo...

"Obrigado, José Saramago" (Gracias, José Saramago) puede leerse en dos grandes fotografías del escritor que cuelgan en la fachada del Ayuntamiento de Lisboa. Miles de portugueses desfilaron desde primera hora de la tarde de ayer por la capilla ardiente con los restos mortales del premio Nobel, para dar el último adiós. Lo hicieron en silencio, compungidos, y, algunos, con los ojos humedecidos. Alejados de la controversia sobre la figura de Saramago, quienes acudieron al Paços do Concelho desmienten la idea del enojo entre el escritor y Portugal.
Nada comparable a la reacción del Vaticano, que ayer dirigió desde las páginas de L'Osservatore Romano, su diario oficial, un furibundo ataque hacia el escritor, que sonó casi a celebración por su muerte. Saramago se había distinguido como uno de los intelectuales que más lúcidamente condenó los abusos cometidos en nombre de la religión.

En la cola formada en Lisboa predominó la madurez sobre la juventud. Y las palabras de elogio y respeto. "No creo que vuelva a tener la oportunidad de rendir homenaje a una figura como Saramago", manifestó José Barradas de Sousa, administrador de una empresa. "No me interesa la polémica sobre un portugués que era un gran hombre", dijo Manuel Araujo, jubilado. "A primera vista podía parecer poco simpático, pero en realidad no era así. He visto morir a varios escritores, es angustioso verlos partir", sostuvo María Seicette Lorenzo, secretaria de la Asociación Portuguesa de Escritores.

La voz más joven fue la más punzante. João Eça, 16 años, estudiante de Humanidades, ya ha leído Caín, El viaje del elefante y Ensayo sobre la ceguera: "Saramago no representaba la manera de ser de los portugueses, destacó por encima de la mediocridad". Y añadió: "Oscar Wilde dijo que los portugueses perdonan todo menos ser un genio".
Alguien dejó dos claveles rojos encima del féretro, aquel símbolo de la revolución de abril de 1974, en la que creyó con pasión. Entre las numerosas coronas dos llamaron la atención de los fotógrafos, las que llevaban la firma de Fidel Castro y Raúl Castro, líderes de la revolución cubana que Saramago apoyó hasta que pudo más el desencanto.

Precisamente su posición ideológica motivó ayer un ataque duro desde el órgano oficial del Vaticano, L'Osservatore Romano, que no guardó ni siquiera la compostura ante la muerte. En un artículo firmado por Claudio Toscani titulado La omnipotencia (relativa) del narrador, subraya la "ideología antirreligiosa" de Saramago, a quien define como "un hombre y un intelectual de ninguna capacidad metafísica, (y que vivió) agarrado hasta el final a su pertinaz fe en el materialismo histórico, alias marxismo". Para añadir: "Se declaraba insomne por las cruzadas, o por la inquisición, olvidando el recuerdo de los gulags, de las purgas, de los genocidios, de los samizdat (panfletos de la Rusia soviética) culturales y religiosos". En resumen, escriben, se distinguió por "la banalización de lo sagrado" y "un materialismo libertario" radicalizado con los años.

Anónimo dijo...

http://www.elpais.com/especial/jose-saramago/

J. Rodríguez Marcos dijo...

José Saramago fue un árbol con muchas ramas. De entrada, fue poeta antes que novelista de éxito y antes que poeta, pobre. Si se suma el periodismo a esos otros tres factores (pobreza, poesía y novela) se entiende la fusión entre preocupación social y exigencia estética que ha marcado la obra del único premio Nobel de la lengua portuguesa hasta hoy. En 1998, el máximo galardón literario del planeta reconoció a un hijo de campesinos sin tierra que había nacido en 1922 en Azinhaga, Ribatejo, a 100 kilómetros al norte de Lisboa. Tenía tres años cuando su familia emigró a la capital, donde las penurias rurales se tornaron en penurias de ciudad. Así, el futuro escritor se formó en la biblioteca pública de su barrio mientras trabajaba en un taller tras abandonar la escuela para ayudar a mantener la casa.

Las pequeñas memorias es el título que Saramago puso al relato de una infancia que siempre tuvo un pie en la aldea de la que había emigrado. Levantado del suelo (1980), por su parte, cuenta las peripecias de varias generaciones de campesinos del Alentejo. No fue su primera novela pero sí la que supuso su primera consagración después de que Manual de pintura y caligrafía rompiera en 1977 un silencio de casi 30 años. Eran los que habían pasado desde la aparición de Tierra de pecado, su verdadero estreno como novelista. En esas tres décadas Saramago había trabajado como administrativo y empleado de seguros; se había casado y divorciado, publicado tres libros de poemas, ingresado en el Partido Comunista -clandestino durante la dictadura de Salazar- y, sobre todo, consagrado como periodista.

En 1982 publicó Memorial del convento y dos años más tarde, El año de la muerte de Ricardo Reis. Esas dos novelas multiplicaron la fama internacional de Saramago. A los lectores desconcertados por la intensidad poética, la mezcla de voces y la ausencia en sus libros de marcas convencionales en los diálogos solía darle siempre un mismo consejo: "Léalo en voz alta". Funcionaba.

A partir de entonces, la actividad del escritor se vuelve frenética: novelas, diarios, obras de teatro y hasta un blog. Tras la fábula iberista La balsa de piedra (1986), en la que España y Portugal se desgajan literalmente del continente europeo, llegaron Historia del cerco de Lisboa (1989) y El Evangelio según Jesucristo (1991). Su visión heterodoxa levantó una polémica que arreció cuando el gobierno portugués se negó a presentar el libro al Premio Literario Europeo. Herido por aquel gesto, Saramago se instaló en Lanzarote con Pilar del Río, su última esposa y nueva traductora, que tomaba el relevo de Basilio Losada. Una polémica similar estalló el año pasado cuando se publicó Caín, considerada hiriente por la jerarquía católica lusa.

La publicación en 1995 de Ensayo sobre la ceguera abrió una nueva etapa en la obra de José Saramago. Novelas como La caverna, El hombre duplicado, Ensayo sobre la lucidez o Las intermitencias de la muerte llevan al terreno narrativo reflexiones sobre el consumo, la sociedad de masas o el sistema democrático. Muchas de ellas parecen nacidas de una pregunta: "¿qué pasaría si?" Si la gente votase masivamente en blanco, si alguien decidiese vivir al margen del capitalismo, si la gente dejase de morir. Cosas, Saramago lo sabía, que sólo suceden en la imaginación de un escritor de novelas.

Juan Cruz dijo...

Hace una semana, Pilar del Río nos dijo que su marido se había levantado una de esas mañanas con ganas, otra vez, de escribir, de retomar el hilo de una de sus historias, en las que estaba enfrascado cuando la gravedad de su estado hizo que perdiera la voz pero no la risa. Pilar le aconsejó que esperara, y ella misma esperaba que el milagro de dos años antes amaneciera otra vez en el escenario discreto de la vida de Saramago, que volviera otra vez el autor de Las intermitencias de la muerte a ocupar el sitio preferido de la casa, la biblioteca de la Fundación. Pero ya solo le animaban las bromas de Pilar, la persistencia de ella en continuar los hábitos cotidianos, el pan con aceite, las verduras, el bacalao portugués, la vida viva que Saramago siempre quiso. La misma Pilar que leyó ayer, ante el féretro del escritor, un fragmento de su libro El evangelio según Jesucristo.

Ya había poco que decir, tras tanto sueño y tanta escritura. Le fuimos a ver donde esperaba las imágenes de la tele y el sueño que ya se interrumpía poco. Le dijimos hasta mañana, y él dijo, acariciándonos con sus manos ya transparentes:

-Até a amanhá.